21 del XXI
Hablar de la música más importante del siglo XXI es una aventura osada, tanto como lo es internarse en una historia por escribirse (también, por escucharse) y que, en estas primeras dos décadas, ya ha dado sobradas muestras de que será un siglo sonoro aún más heterodoxo, palpitante y hasta combativo que el agitado XX. Academia, vanguardias, arte sonoro, posmodernismo… las líneas maestras de la música de la centuria pasada siguen extendiendo sus tentáculos, ramificándose y, en ocasiones, hasta originando, por cruce, singulares híbridos musicales.
Hacer una lista de 21 sugerencias auditivas esenciales para entender qué se está componiendo en el siglo XXI es un empeño llamado a la más forzosa parcialidad. Y el resultado no podía ser por menos que la confluencia (o, diríamos más bien, interferencia) de todas las sugerencias realizadas por nueve conspicuos auditores y especialistas en música contemporánea, por usar la convención denominadora de una vez por todas. Punto de partida para la inmersión de neófitos, guía que respalde las intuiciones que ya se tenían o, por el contrario, para negarla y contestarla con otras tantas composiciones no recogidas aquí.
Han colaborado en la elaboración de esta lista Francisco Ramos, Eva Sandoval, Ruth Prieto, Tomás Marco, Germán Gan Quesada, Ferrán Cuadras, Miguel Álvarez-Fernández, Paco Yáñez e Ismael G. Cabral. Queremos asimismo expresar nuestro agradecimiento -y nuestras disculpas- a José Luis Besada, quien también participó generosamente en la elaboración de esta lista, pero cuya selección no pudo, por un error del todo involuntario por nuestra parte, quedar reflejada en la selección definitiva).
01 Georg Friedrich Haas (Graz, 1953): in vain (2000)
Señalada por Simon Rattle como “una de las primeras obras maestras del siglo XXI”, in vain es un imponente fresco sonoro para 24 músicos que acontece parcialmente en la oscuridad y que fue escrito para el Klangforum Wien. Obra de magmática materia sonora que acelera y desacelera continuamente con un armazón microtonal. Camino de convertirse en página de repertorio pese a sus constantes 70 minutos de duración es, seguramente, una puerta de entrada ideal al siglo XXI musical.
02 Kaija Saariaho (Helsinki, 1952): L’amour de loin (2000)
Con libreto de Amin Maalouf, L’amour de loin es una de las óperas con más éxito y mayor recorrido de este siglo. Estrenada en el Festival de Salzburgo, resultó ser además la conquista del universo lírico para la prolífica compositora finesa. Suerte de Pelléas et Mélisande aún más idealizado, conviven en ella lejanas resonancias de Messiaen en el contexto de un lenguaje que se fue aquilatando con los años hasta llegar al extremo ascetismo de Only the Sound Remains que acogió en 2018 el Teatro Real.
03 Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935): Concertini (2004/05)
Son varias las obras del otrora enfant terrible de la nueva música que aparecen propuestas, entre ellas Schreiben (2003) o su Cuarteto de cuerdas nº 3 ‘Grido’ (2001). Pero es Concertini la que más adhesiones concita. Página extensa para ensemble espacializado en cuatro grupos (en la tradición del Stockhausen orquestal) resulta paradigmática para entender la estética aguerrida de Lachenmann, con toda una plétora de técnicas extendidas, unísonos masivos y, en esta obra en concreto, ciertos restos tonales desmembrados.
04 Alberto Posadas (Valladolid, 1967): Kerguelen (2013)
Podría decirse que prácticamente cada participante en este ejercicio de síntesis de la música escrita en estas dos primeras décadas tiene su obra favorita del compositor vallisoletano. Sombras (2010/12), Liturgia fractal (2003/08) y Erinnerungsspuren (2014/18) son otras de sus obras citadas. Pero es Kerguelen la que se impone, un triple concierto para trío de viento-madera y orquesta estrenada en el oráculo anual del Festival de Donaueschingen. Inédita en España (lo que no debe sorprender a nadie), resulta una composición emblemática para entender cómo Posadas ha procesado la influencia directa de su maestro, Francisco Guerrero, y la más indirecta de Iannis Xenakis, en una síntesis absolutamente propia.
05 Olga Neuwirth (Graz, 1968): Lost Highway (2008)
Inspirada por la película homónima, Carretera perdida de David Lynch, es esta una de las escasas ocasiones aun en la modernidad en la que ha sido una creación audiovisual y no literaria la que ha espoleado una composición que adquiere, en la pluma de la austríaca, un carácter mestizo entre lo lírico, lo electroacústico y la no seguida senda de las stories de Robert Ashley. El tono oscuro e inquietante del filme original se trasvasa a una composición que no dudó en acumular también referencias del rock y hasta lo industrial. Otras obras de Neuwirth mencionadas han sido Le encantadas o le avventure nel mare delle meraviglie (2014/15) y American Lulu (2006/11).
06 Sofia Gubaidulina (Chístopol, 1931): Johannes-Passion (2000)
Entre la herencia de la liturgia ortodoxa rusa y el universo tímbrico característico de la compositora rusa se mueve este imponente fresco sinfónico coral que constituye una de las obras religiosas más ambiciosas del siglo XXI. On the Edge of the Abyss (2002) y el Concierto para violín y orquesta In tempus praesens (2007) son otros títulos del corpus de la compositora que aparecen recomendados.
07 Eduardo Polonio (Madrid, 1941): Trois moments précédant la genèse des cordes (2001)
A partir de los alambicados textos de Brian Greene sobre la teoría de supercuerdas, el gran referente de la música electroacústica española compuso una de sus obras más definitorias de su estilo. Música en la que se concentran multitud de capas que parecen estar unas sobre otras, como distintas pieles que mostrasen una riqueza de texturas gaseiformes, burbujeantes, en constante movimiento. También ha sido señalada su composición, realizada junto a Mercè Capdevila, Dos carpetas con cuatro archivos cada una (2013).
08 John Adams (Worcester, 1947): Doctor Atomic (2005)
Estrenada en España en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, la ópera se centra en los acontecimientos vividos por quienes se encontraban preparando la prueba de la primera bomba atómica (el llamado test Trinity). Con ella el compositor estadounidense pule su estilo lírico tras las igualmente imponentes Nixon in China y The Death of Klinghoffer forjando una suerte de lenguaje neominimalista de extraordinaria inventiva melódica que puede resumirse en la emocionante pegada cinematográfica del aria de Doctor Atomic, Batter my Heart.
09 Jakob Ullmann (Friburgo, 1958): Solo V für Klavier (2013/14)
Sabemos que Solo V es una obra para piano porque así viene indicado tanto en la partitura como en la única grabación discográfica existente (a cargo de Lukas Rickli). Tardamos mucho en atisbar algo parecido a un piano en la sonoridad ambiental que lentamente emerge cuando nos adentramos en la audición de esta obra, firmada por uno de los compositores más radicales y opacos de la órbita centroeuropea. Sólida y abrumadora creación esta que transcurre casi en su integridad en el arpa del piano generando vibraciones levísimas y corrientes de aire que nos mantienen en una expectación constante.
10 José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968): Aura (2007/09)
Son, sin temor a equivocarnos, las tentativas operísticas de Sánchez-Verdú el material de teatro musical más arriesgado que se ha podido ver en los escenarios españoles. Esta Aura, a partir de un breve y referenciado relato gótico de Carlos Fuentes, introduce al oyente en un caudal sonoro hipnótico y asfixiante que evoluciona como arrebatado por un expresionismo surreal, con intervenciones vocales susurradas, murmuradas… como presas de un material musical alucinado. Otras obras de él seleccionadas son Maqbara (2000) y el ciclo para cuarteto de saxofones y acordeón microtonal Khôra (2013/15).
11 George Benjamin (Londres, 1960): Written on Skin (2012)
Buena prueba de la libertad creativa y la multiplicidad de opciones estéticas es esta ópera Written on Skin, alrededor de la cual existe un amplio consenso a su favor de crítica y público, lo que no es nada habitual si hablamos de repertorio contemporáneo. Obra de momentos líricos abiertamente operísticos (en el sentido más tradicional de la expresión) goza a su vez de una orquestación camerística que se marida con timbres de instrumentos de época y que, en su concisión, plantea una de las posibilidades ciertas para el reencuentro del publico de abono de los coliseos con la ópera del siglo XXI.
12 Chaya Czernowin (Haifa, 1957): Hidden (2017)
Que tanto el Cuarteto Arditti como el Jack, dos de las formaciones de cuerdas más sobresalientes en el repertorio contemporáneo, tengan incorporada esta obra de la compositora israelí a su repertorio es significativo. Cuarteto de cuerdas con electrónica de amplio aliento, música virulenta y rugosa que juega con la acústica y la reverberación de la sala en la que se presenta es una de las obras más redondas de una autora de la que también se ha seleccionado su ópera Infinite now (2017).
13 Thomas Adès (Londres, 1971): The Tempest (2004)
Poco queda ya de aquella joven y prometedora promesa de la composición británica. Hoy Adès es uno de los creadores más solicitados y reivindicados por las orquestas y los teatros de ópera. Aunque ausente casi siempre de los cenáculos de la nueva música, su obra —como la de su compatriota Benjamin— ha volatilizado ese muro tantas veces infranqueable. La tempestad, a partir del texto de Shakespeare, es uno de sus trabajos más exigentes y también más redondos.
14 Unsuk Chin (Seúl, 1961): Gougalon (2009/12)
Definida por la coreana como “música folk imaginaria”, en la tradición (contem-poránea) de la Lokale Musik de Walter Zimmermann o del Orchestrion-Straat de Mauricio Kagel, Gougalon es un viaje para gran ensemble por el imaginario colectivo del transeúnte. Una obra vibrante y de enorme virtuosismo, de sorprendentes texturas y de una inventiva tímbrica que persigue la brillantez, rasgo consustancial a la obra de la compositora.
15 Rebecca Saunders (Londres, 1967): Skin (2015/16)
La trayectoria de Saunders es imparable y sus encargos se han multiplicado en los últimos años. La compositora inglesa firmó con Skin una de sus partituras más notables; obra para ensemble y soprano que es a ratos feroz y, en otros momentos, inopinadamente íntima. En todo caso, en su búsqueda constante de nuevos hallazgos tímbricos y vocales, esta página queda como uno de sus logros elevados. Stirrings still (2006) es otra de sus páginas elegidas.
16 Mark Andre (París, 1964): hij (2008/12)
El más germano de los compositores franceses es una parada obligada si de música viva hablamos. Suyo es también el tríptico para orquesta y electrónica …auf… (2005/07). Suerte de meditación religiosa ruidista, de reflexión teológica desde los intersticios más afilados del sonido, esta serie de tres obras para distintas formaciones constituyen un vasto y disonante fresco en el que las tinieblas parecen casi siempre vencer a la luz.
17 Karlheinz Stockhausen (Mödrath, 1928-2007): Hoch-Zeiten (2003)
Años de febril intensidad creativa los que vivió el gran compositor alemán en los inicios de este siglo. Hoch-Zeiten, para coro y orquesta sinfónica, se estrenó en el Festival de Música de Canarias, en lo que supuso un acontecimiento histórico para la música contemporánea en España. Escrita en cinco idiomas y parte de su heptalogía operística Licht, la obra tiene la particularidad de que dos coros y dos orquestas la interpretan de forma simultánea en dos salas diferentes conectadas mediante un complejo sistema electrónico. Puro Stockhausen.
18 György Kurtág (Lugoj, 1926): Fin de partie (2018)
Decano de los compositores de vanguardia del siglo XX y plenamente activo en el siglo XXI, Kurtág estrenó nonagenario su primera ópera, Fin de partie, a partir del texto de Samuel Beckett en el Teatro alla Scala de Milán. Esencialista, críptica y serena, como buena parte de su música, esta ópera es una de las joyas líricas llamadas a revalorizarse con el tiempo. También se ha seleccionado su obra Four Poems by Anna Akhmatova (1997-2008).
19 Clara Iannotta (Roma, 1983): Dead Wasps in The Jam-Jar (iii) (2017/18)
Presente en todos los festivales de nueva música, la italiana Clara Ianotta plantea un acercamiento muy minucioso a las técnicas instrumentales extendidas buscando que la música funcione casi como un organismo vivo que evolucionara a base de transformaciones, de mutaciones a menudo poco perceptibles. Dead Wasps (iii)..., para cuarteto de cuerdas y electrónica, forma parte de un ciclo. Otras obras de ella señaladas ha sido Intent on Resurrection – Spring or Some Such Thing (2014) y MOULT (2018/19).
20 John Luther Adams (Meridian, 1953): Become Ocean (2014)
Si la música electrónica ha desarrollado un compartimento estanco llamado ambient, y donde hoy conviven nombres tan laureados como Brian Eno o William Basinski, la academia, que siempre ha recelado de tantas cosas, ha encontrado en Luther Adams un verso suelto para el cincelado de extensos paisajes acústicos tan estáticos como a menudo placenteros para una inmersión. La orquestal (y ecologista) Become Ocean inauguró el Festival Sónar en 2016.
21 Roland Kayn (Reutlingen, 1933-2011): The Man and the Biosphere (2003)
Auténtico eslabón perdido de la música de vanguardia, el compositor electro-acústico alemán Roland Kayn, con una obra ingente, dedicó buena parte de su vida a lo que llamó música cibernética; composiciones en las que su propio control creativo era relativo con respecto a procesos digitales automáticos. Con obras que alcanzan hasta las 13 horas (A Little Electronic Milky Way of Sound), esta The Man and The Biosphere resulta paradigmática de su música de turbinas, un viaje astral alrededor de la electroacústica masiva con esquirlas technoides. ¶