CÓRDOBA / La aristocracia del cuarteto de cuerda
Cordoba. Gran Teatro. 30-V-2019. Orquesta de Córdoba. Diogenes Quartett. Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Arriaga, Haydn, Martinů y Williams.
El décimo concierto de abono de la Orquesta de Córdoba (OC) de la presente temporada ha tenido el atractivo de contar con el cuarteto Diogenes Quartett como formación concertante interpretando dos obras en las que esta sustancial formación de cámara interactúa con la orquesta como si fuera un solista, de ahí que el título del concierto fuera “Del cuarteto a la orquesta sinfónica”, con el que el maestro Domínguez-Nieto ha querido llamar la atención al aficionado. Las obras en concreto han sido la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis que compusiera Vaughan Williams en 1910 y el Concierto para cuarteto de cuerda y orquesta, H 207 de Bohuslav Martinů, en las que se ha podido disfrutar de la propia voz de cada uno de estos dos compositores, entendida como sustancial referente estético
La velada se inició con la interpretación del Cuarteto de cuerda nº 3 en Mi bemol mayor de Juan Crisóstomo Arriaga que sirvió como carta de presentación del Diogenes Quartett, obra en la que se pudo apreciar esa conjunción que hace que esta formación se manifieste como un solo instrumento, cualidad que es fruto del perfeccionamiento alcanzado en sus más de veinte años de existencia. Así hay que entender los compactos unísonos que se pudieron percibir en el movimiento moderadamente vivo que inicia la obra bien aderezados por esas células motívicas que quiso Arriaga funcionaran como contraste. Una controlada serenidad fue la clave del desarrollo del Andantino, surgiendo en plenitud la musicalidad del grupo que iba creciendo conforme aumentaba la progresión dramática del discurso. El sentir elegante del minueto elevó sus enteros en el trío que, desde su aparente simplicidad, sirvió para enriquecer la capacidad expresiva de conjunto preparando su mejor lucimiento que significó la interpretación del agitado Presto final, con el que refrendaron la muy buena impresión que dejaron en el público.
En la obra de Williams hay que resaltar cómo Carlos Domínguez-Nieto ha conseguido mantener una tensión constante en su conducción permitiendo que las tres formaciones que plantea el compositor, dos orquestas, en este caso enfrentadas, y el cuarteto generen esa identidad propia en cada caso para dialogar entre ellas, produciéndose una atmósfera de conjunto realmente sugestiva y hasta, podría decirse, embriagadora. El cuarteto, manteniendo durante largos pasajes la difícil polifonía resultante de estar discurriendo por la tesitura alta de cada instrumento, perfiló con absoluta destreza el tensionado efecto meditativo que pretende el compositor, arrastrando a la orquesta en su misión de mantener presente ese acompañamiento de falso ground que suscita y pide la melodía de Tallis, propiciando una relación concertante verdaderamente imaginativa. Se puede decir que ha sido, por su bondad estética, uno de los momentos más singulares de la temporada de la OC, en el que todos los músicos, desde la clarificadora dirección de su titular, han dado lo mejor de sí.
El concierto tuvo una referencia, diríase que obligada, al padre del cuarteto como, quizás, la más aristocrática forma instrumental; Joseph Haydn. Su Sinfonía nº 92, “Oxford” es un ejemplo de la grandeza de este músico, referente indiscutible de la cristalización de la forma sonata y, por ende, padre de la Primera Escuela de Viena. Conocedor en el más mínimo detalle del paradigma musical austro-germano, Carlos Domínguez-Nieto se adentró en sus pentagramas sacando los complicados efectos de los expresivos secretos spiritosi del primer movimiento, con el que seguramente impactó Haydn al público británico al presentarse con esta obra en Londres. En el Adagio se volvió a percibir el sumo control antes experimentado con Williams, dejando que la sección de madera se luciera en plenitud. Quiso enfatizar el trío del Menuetto como elemento catalizador de este movimiento, llevándolo siempre con esa distinción tan elocuente como la que ejercita el maestro madrileño. Finalmente controló las tensiones del Presto final permitiendo que la orquesta funcionara con la seguridad que da un trabajo previo de ensayo que lleva a la automatización de respuestas.
El otro momento singular de la velada fue la extraordinaria recreación del Adagio del Concierto para cuarteto de cuerda y orquesta, H 207 de Martinů. El maestro Domínguez-Nieto sublimó el diálogo orquesta-cuarteto hasta un grado expresivo realmente impactante en su clímax central dejando hacer al cuarteto en la bella exposición del lirismo a él encomendado así como clarificando el rico cromatismo orquestal. En los movimientos extremos de la obra expuso el pensamiento del músico checo con rigor técnico; arrebatado el primero, un Allegro de marcada viveza, y con sensitivo control el tercero, Tempo moderato, sabiendo contemporizar el sentido global de la obra.
Se terminaba así uno de los conciertos más interesantes de la presente temporada de la OC por la rareza y belleza de su contenido, la experiencia que ha supuesto para la orquesta y el público, y la excelencia de una dirección siempre analítica y diáfana en la exposición del mensaje musical.
(Foto: Paco Casado)