VALENCIA / ‘Anna Bolena’: vibrante noche belcantista
Valencia. Palau de les Arts. 1-X-2022. Donizetti: Anna Bolena. Eleonora Buratto, Alex Esposito, Silvia Tro Santafé, Ismael Jordi, Jorge Franco, Nadezhda Karyazina, Gerard Farreras. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director musical: Maurizio Benini. Director de escena: Jetske Mijnssen.
La inauguración de la temporada lírica del Palau de les Arts no ha podido tener comienzo más vibrante y brillante. Musicalmente. La ópera valenciana ha congregado un reparto sin fisuras, de cantantes de primer orden, para abordar un título tan puramente belcantista como Anna Bolena, la ‘tragedia lírica’ en dos actos que el joven Donizetti —33 años— da a conocer en Milán, en el teatro Carcano, en diciembre de 1830. La soprano Eleonora Buratto, que debutaba en el exigente rol, brilló con una vocalidad luminosa plena de arrojo y empatía dramática. El gobierno sabio y experto de Maurizio Benini puso orden, concierto, estilo y criterio en una función que el Palau de les Arts quiso dedicar a la muy querida y admirada soprano alicantina Ana María Sánchez, fallecida el pasado 17 de septiembre.
Soprano en plenitud, Eleonora Buratto ha cristalizado una interpretación cargada de intuición dramática y abolengo vocal. Ha cargado el emblemático personaje —tan marcado en su versión operística por Maria Callas— de registros y matices. No ha incorporado ni un solo sobreagudo a la partitura y se ha metido en la piel de la tragedia de la segunda esposa de Enrique VIII. Ha sufrido y se ha dignificado con ella. Con su canto y con su sentir belcantista. En un papel “verdaderamente increíble” (SCHERZO, octubre 2022), al que ella ha dado credibilidad y realidad. Cerró el primer acto con concertante brillantez, perfectamente involucrada en el dictado vibrante de Benini. Su actuación alcanzó máxima emoción durante el segundo acto, en el momento excelso del dúo con su rival y amiga Giovanna Seymour, encarnada por la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé, en un papel que le va como anillo al dedo y en el que en absoluto desentonó dentro de un reparto redondo con el que cualquier teatro de ópera del planeta se daría con un canto en los dientes. Inolvidable el calor y efusión con que la Buratto cantó un Piangete voi? … (cabaletta incluida sin sobreagudo). Aplauso sin reservas merece el perfilado e involucrado Smeton de la mezzosoprano moscovita Nadezhda Karyazina.
Alex Esposito, que ya fascinó en el Palau de les Arts el pasado enero con sus interpretaciones de los demonios de Los cuentos de Hoffmann, ha vuelto a hacerlo ahora con su implacable encarnación de Enrico VIII, personaje que él carga histriónicamente de talento dramático y potencia vocal. También de excesos gestuales de corte casi veristas, que, en cualquier caso, no chirrían en una puesta escena que no es ‘ni chicha ni limoná’, ni moderna ni antigua: absolutamente inocua y casi intranscendente. Poco importó esta nimiedad, cuando la música y el mejor belcanto impusieron su gloria sobre cualquier otro detalle que deviene superfluo. La mejor y acaso única virtud del discreto trabajo escénico de la holandesa Jetske Mijnssen es que no molesta. O apenas molesta, porque el ciervo muerto que mete en escena o su obsesión por la figura omnipresente de la niña en plan las hermanitas de El resplandor de Stanley Kubrick (¿Isabel I, la hija de Anna Bolena?) son tonterías manifiestamente sobrantes.
Ismael Jordi, tenor en plenitud vocal, lució voz, veteranía y sobresaliente maestría belcantista. Volcó estilo, tablas y una vocalidad, hoy ensanchada y lírica, que ha sabido mantener el brillo y belleza de siempre. Su registro de tenor ligero —¡aquéllos Ernestos y Nemorinos de antaño!— ha ganado empaque y cuerpo sin perder agudos ni sobreagudos. Desde su Lord Percy de Sevilla (diciembre 2016, también dirigido por Maurizio Benini) a este del Palau de les Arts, el canto del tenor jerezano no ha hecho más que ganar quilates y temple, para convertirse en una referencia vocal y escénica en un repertorio al que siempre ha sido fiel. La estela de su admirado Alfredo Kraus sigue guiando su rumbo perfilado e inteligente.
Maurizio Benini (1952) mostró su maestría belcantista con una dirección refinada y rica en detalles y matices. Concertó foso y escena con la sabiduría y tradición de los grandes maestros de siempre. Hubo pulso, fraseo, mesura y brillantez en una lectura que en ningún momento perdió tensión ni magia. La Orquestra de la Comunitat Valenciana sonó dúctil y vibrante, animada por una batuta que tenía claro que foso y escena, escena y foso, forman parte de un mismo sentir y hacer. El Cor de la Generalitat fue la guinda de tan redonda noche de ópera. Algunos claros -no muchos- en las butacas no deslucieron la función. Tampoco algunas toses escandalosas, que casi hicieron añorar las odiosas y benditas mascarillas. La ovación final, unánime y entusiasta con todos, estuvo a tono con tan vibrante noche belcantista.
Justo Romero
(Fotos: Miguel Lorenzo / Mikel Ponce)