PAMPLONA / MUSIca ALcheMIca, expresión de ‘La Bellezza’

Pamplona. Baluarte (Sala de cámara). 1-VI-2022. MUSIca ALcheMIca (Valerio Losito, violín; Oriol Aymar, violonchelo; Jadran Duncumb, tiorba; Marta Graziolino, arpa; Diego Ares, clave). Directora y violín: Lina Tur Bonet. Obras de Castello, Kapsperger, Biber, Cima, Pasquini, Buxtehude, Westhoff, Falconiero y Uccellini.
Con el título La Belleza/1681, MUSIca ALcheMIca interpretó el último de los cuatro conciertos que han conformado el Programa Baluarte Cámara 21-22. Los integrantes del grupo se presentan en el centro del escenario, con el clave en horizontal y el resto de músicos, delante y muy juntos. Empiezan sin el segundo violín, que sale de bastidores para la Sonata X en Re menor de Dario Castello. El stylus fantasticus emana sonoridades renacentistas que caminan hacia la consolidación de la tonalidad. Lina Tur Bonet dirige al violín una obra llena de cambios de tempo, lejos del corsé de la forma. Es por eso que prima la sorpresa: desde momentos frenéticos y matices extremos, al diálogo sereno entre violines y violonchelo. El stile concitato se escucha en su máxima expresión, cada poco espacio de tiempo hay un cambio de afecto, de velocidad, de dinámica. En tiempos adversos de crisis, enfermedad, guerra, en el Siglo de Hierro, el ser humano fue capaz también de lo mejor, de inventar, de crear, como dice la directora en la presentación.
Cambio de escena: se quedan el arpa y el archilaúd, la cuerda pulsada para interpretar Ballo primo, del Libro quarto d’intavolatura di Chitarrone, una exhibición de precisión entre ambos y del arte de la ornamentación. En sus partituras de tipos móviles, las obras de este primer Barroco impulsan a los instrumentos históricos a evolucionar irremediablemente a la par que el repertorio.
Llega el momento de la Sonata VI en Do menor C 143-1681 de Heinrich Ignaz Franz von Biber. Otro cambio de disposición, con el archilaúd fuera enfrentado al arpa. Empiezan en lento diálogo entre violín y violonchelo en movimientos cromáticos, para pasar a la passacaglia que conserva mucho de danza y de patrón rítmico larga-corta. El virtuosismo del violín se demuestra en el uso de las dobles cuerdas, trinos, disminuciones, acordes, el vibrato (tan solo como adorno al final del arco) o alguna que otra tirata interpretada con una claridad que asombra porque la solista ‘toca fácil’. El violín y sus cuerdas de tripa llevadas al extremo, con sonoridades ásperas por momentos, furioso, claro en otras, mientras el tiempo se dilata. La danza da paso a un adagio donde en la introducción del archilaúd, el violín realiza la scordatura, el más difícil todavía. Bariolage, otros colores (buscados especialmente en modo menor), otros armónicos que resuenan por el cambio de afinación. La Gavotte, otra danza, melodías que se van glosando en dobles cuerdas que tornan en triples. El Allegro final es toda una exhibición del uso del arco histórico y su articulación.
En la Sonata Seconda de Paolo Cima, muestran sincronía en el ‘igual a igual’ entre violín y violonchelo, propuestas que se pasan uno a otro, frases que uno empieza y otro acaba. Es en los pedales del continuo cuando el violín aprovecha para dibujar. No hay nota o frase vacía de expresividad, emotividad, agitación y calma.
Cambio en las tablas sorprendente. El clavecinista se queda solo, para interpretar la Toccata con lo scherzo del cucco de Bernardo Pasquini. Es, como su nombre indica, una obra de género imitativo del canto del cuco, única melodía presente en la obra y que se completa con escalas, arpegios, trinos y progresiones armónicas, mientras por arriba o por abajo, lo único que sobresale es el “cu-cú”, un juego.
Para la Ciaccona de Dietrich Buxtehude, estrella de la Norddeutsche Orgelschule, todos los músicos en el mismo plano, sentados con los dos violines juntos. El violonchelo obbligato y los violines llevan la fantasía, y el resto marcan el bajo de chacona, larga/corta. Los tres soli compiten en concordia por adornar las elaboradas variaciones y rellenar todos los espacios cada vez de manera más frenética (y más hermosa).
Nuevo momento, el más íntimo. El archilaúd y el violín tocan Imitazione dil liuto de Johann Paul von Westhoff, una nueva disposición escénica donde el pizzicato imita la cuerda pulsada del laúd, mientras el público contiene el aliento por la delicadeza de la interpretación de esta obra que es, otro juego.
Para el final, en escena todos, dos violines enfrentados y en pie. El bajo ostinato de las Folias echa para mi señora Doña Tarolilla de Carallenos de Andrea Falconiero, mantiene los cimientos, mientras el violoncello y especialmente los dos violines hacen ‘efectos especiales’, máxima velocidad con total claridad, un catálogo de posibilidades contextualizado en la interpretación histórica. Por momentos en imitación, mientras que, en otros, en battalia. Una interpretación desenfadada y libre para un stylus desenfrenado. Como bis, el Aria sopra la bergamasca de Marco Uccellini, con los violines dialogando increíblemente sincronizados, en una obra y una velada en su conjunto que se puede definir como expresión de La Bellezza.
Igor Saenz Abarzuza
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