Maria Antonia Walpurgis: una ilustrada en el más injusto olvido
Hoy habría cumplido años. Confieso que la primera vez que reparé en ella fue por su pomposo nombre: Maria Antonia Walpurgis Symphorosa von Bayern. Es decir, María Antonia Walburga Sinforosa de Baviera (hay gente que cree erróneamente que Walpurgis era su apellido). Mi interés inicial se acrecentó cuando supe que había sido electora de Sajonia por su boda con Federico Cristián, hijo de Federico Augusto II, bajo cuyo mandato y el de su abuelo, Federico Augusto I “el Fuerte”, Dresde se había convertido en uno de los centros musicales más importantes del siglo XVIII. Aquel interés se volvió en admiración cuando escuché una de sus óperas, Talestri, regina delle Amazzoni, y cuando supe que además de compositora había sido escritora (suyo es el libreto La conversione di Sant’ Agostino, el último oratorio de su amigo y maestro Johann Adolf Hasse), pintora y, por encima de todo, mecenas (de los pintores de la familia Mengs, por ejemplo).
En aquella Europa en la que las mujeres se veían condenadas a un sistemático confinamiento doméstico, María Antonia fue una excepción, pues fomentó la amistad con grandes intelectuales de la época, como el poeta Metastasio, los compositores Nicola Porpora y Giovanni Battista Ferrandini (de los cuales también tomó lecciones de música) o el director de orquesta Johann Gottlieb Naumann. Fue, además, una de las primeras mujeres que pudo ingresar en L’Academia dell’Arcadia de Roma, con el pseudónimo de E.T.P.A. (Ermelinda Talea pastorella arcade) y, por si no fuera suficiente, aún tuvo tiempo de ejercer de empresaria (propietaria de una fábrica textil y de una cervecería —la Bayerische Brauhaus— en Dresde). A todo esto, añadamos que engendró nueve hijos (uno de los cuales murió tras el parto y otro nació muerto) y que fue miembro de la orden de las Esclavas de la Virtud, con cuyo hábito fue enterrada, no mucho después de haber escrito un tratado que se convertiría en referencia: De la fortificación del alma contra los horrores de la muerte.
Nacida en Múnich, el 18 de julio (por eso la recordamos hoy) de 1724, y fallecida en Dresde el 23 de abril de 1780, Maria Antonia de Sajonia era hija de emperador (Carlos Alberto de Baviera, es decir, el futuro Carlos VII del Sacro Imperio Romano Germánico), nieta de emperador (José I de Austria) y bisnieta de emperador (Leopoldo I). Llevaba la música en su ADN: José I y Leopoldo I habían sido apreciables compositores y habían convertido Viena en otro de los grandes centros europeos de la música. Su padre, mientras ejerció de elector de Baviera, creó en Múnich una importantísima corte musical, cuyos más insignes representantes fueron los italianos Pietro Torri y el antes mencionado Giovanni Battista Ferrandini.
Maria Antonia fue, sin duda, una gigante intelectual del llamado Siglo de las Luces, con la inmensa mala suerte de que casi toda su producción musical desapareció por culpa de las guerras. Su obra más conocida es la ya citada Talestri (grabada hace veinte años por la Batzdorfer Hofkapelle). A pesar de la certeza sobre su autoría, hoy todavía hay quienes se la atribuyen a Ferrandini, quizá porque consideran que una joya musical de tal calibre no pudo haber sido compuesta por una simple mujer.
Se destaca de ella más su labor como libretista: además de colaborar con Hasse en varias producciones, fue autora del texto de varias cantatas, no solo de Hasse, sino también de músicos italianos que trabajaron en Dresde (Giovanni Alberto Ristori) o en Viena (Gennaro Mana). Es probable que la mayor parte de las partituras que firmó fueran destruidas en la Guerra de los Siete Años (el elector en ese momento era su hijo, Federico Augusto III “el Justo”), durante los bombardeos de su buen amigo Federico II de Prusia (¡con amigos como este no necesitaba enemigos!). Maria Antonia tuvo que huir de Dresde y buscar refugio primero en Praga y, más tarde, en su Múnich natal. Y si algunas partituras sobrevivieron, ya se encargaron los aliados de arrasarlas dos siglos más tarde, en la II Guerra Mundial, con esos tres días y tres noches de incesantes e injustificables bombardeos sobre la llamada “Florencia del Elba”, que dejaron la ciudad reducida a escombros y que son baldón eterno para la especie humana.
Sobre Talestri, regina de delle Amazzoni (Talestri, reina de las Amazonas), ópera en tres actos con libreto de la propia electora, sigue habiendo varias dudas, referidas, sobre todo, al estreno, que pudo haber tenido lugar el 6 de febrero de 1760, en el Palacio Electoral de Nymphenburg (Múnich), o el 24 de agosto de 1763, en la Escuela de Equitación del Príncipe del Palacio Taschenberg (Dresde). Parece, incluso, que tal vez pudo haber una interpretación privada anterior, en 1762, quizá en la residencia veraniega de la corte sajona, en la cercana localidad de Pillnitz. Lo cierto es que Maria Antonia compuso esta obra en Múnich durante su exilio voluntario por la Guerra de los Siete Años y que en esa ciudad bávara fue editada la partitura. Sirva el presente artículo para rendir, en el día de su aniversario, homenaje a esta gran mujer.
Eduardo Torrico