MADRID/ Memorable velada con el violonchelo Stradivarius de 1700 del Palacio Real a cargo de Josetxu Obregón y Sara Johnson
Madrid. Salón de Columnas del Palacio Real. 15-VI-2023. Sara Johnson Huidobro, clave; Josetxu Obregón, violonchelo. La cuna del violonchelo: obras de Gabrielli, Jacchini, Storace, Vitali, Selma y Salaverde, Frescobaldi, Fioré, De Ruvo y Supriano.
Magnífico escenario, el del Salón de columnas del Palacio Real, mientras esperábamos con expectación escuchar el sonido del famoso violonchelo Stradivarius de 1700 de las Colecciones Reales, y nada menos que en las manos de Josetxu Obregón. En cuanto empezaron a sonar las notas del Ricercar V de Domenico Gabrielli, el músico Daniel Oyarzabal —que se sentaba a mi lado— y yo nos miramos asombrados de la belleza deslumbrante del sonido del instrumento que estábamos escuchando. Sus tonos son ricos y cálidos y su sonido es profundo, potente, con unos graves tan pregnantes que le tocan a uno el alma. ¡Qué belleza de sonido y qué inspirada interpretación nos esperaba durante toda la velada de música italiana entorno al año 1700!, cuando el violonchelo se hizo adulto.
El violonchelo fue construido por el gran maestro de Cremona en el año 1700 y corresponde a uno de los modelos conocidos como de tipo “A”, con un tamaño de caja bastante grande, que era entonces el formato en uso dentro de la variable tipología de los bajos de violín. Fue adquirido bajo la supervisión del compositor Gaetano Brunetti en tiempos del entonces Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV. Al contrario que su hermano del Cuarteto Palatino, el violonchelo Stradivarius de 1700 no ha sido desmontado y recortado al tamaño más pequeño que preponderó después en los violonchelos modernos, como ha sucedido lamentablemente con tantos instrumentos de Stradivarius, Amati o Steiner con graves alteraciones, sino que conserva su tamaño original. Sin embargo, según me confirmó el intérprete, sí se alteró el mástil y el puente, adaptándolos al gusto posterior. Su construcción con madera de arce para la caja, abeto de los Alpes para la tapa armónica y el ébano para el diapasón, junto a la maestría de su factura y sus acabados, con las técnicas de secado y barnices que utilizaba Stradivarius, hacen de él un instrumento deslumbrante, y a fe que su sonido es diferencial. Para la ocasión, como no podía ser menos, Obregón pidió que se le instalaran cuerdas de tripa y con ellas, a pesar de sus alteraciones, su sonido es impresionante.
Si la semana pasada hablamos maravillas de la interpretación a solo de Josetxu Obregón en el centro Fernán Gómez de Madrid con su programa celloevolution, debo decir que la interpretación que vimos ayer en el Palacio Real, junto a Sara Johnson Huidobro al clave, fue absolutamente memorable. Aún más inspirado por el instrumento y la ocasión, las manos de este músico impresionante nos ofrecieron una interpretación para recordar durante años, con un sentido profundo de la música y del tempo, con unos movimientos de arco y unas articulaciones que iban del sentido más profundo del legato en los movimientos lentos, a la agilidad expresiva en la destreza de los virtuosos o el gran sentido rítmico de las más vivaces. Se le veía disfrutar del instrumento enormemente, concentrado en la música y eso se le transmitía a un público fascinado. Después del concierto, me confesó que el ser un instrumento tan grande añade una cierta dificultad en la postura habitual del cellista. Josetxu Obregón es, sin duda, el mejor violonchelista en el campo de la interpretación historicista y en el repertorio de la música antigua.
El repertorio, que solo comparte unas pocas piezas con su programa celloevolution, resultó especialmente bello, muy bien equilibrado y con variedad. Las dos sonatas para violonchelo y continuo de Domenico Gabrielli son de una belleza descomunal, aún más hermosas que sus ricercari, y de las ya quedé prendado desde aquel disco pionero de Anner Bylsma, es una lástima que no se interpreten más a menudo. Sus movimientos lentos de apertura tienen una melodiosidad y una grandeza que le tocan a uno el corazón, y Obregón los interpretó con un legato e intensidad emocionantes. La estructura de las sonatas es grave/allegro/ largo/ presto, y los trepidantes e inventivos movimientos rápidos contrastan con esos lentos conmovedores que llegan al alma. Obregón interpretó estas piezas con una concentración y una inspiración arrebatadoras, como nunca las había escuchado, con una excelente y sutil realización del continuo a cargo de Sara Johnson Huidobro, plenamente compenetrados. Junto a las sonatas de Gabrielli, también interpretaron tres hermosas sonatas de Giuseppe Maria Jacchini, que tampoco le van a la zaga, la número 10 del opus 3 y las números 7 y 8 del opus 1, una música de gran calidad interpretada con excelencia.
Otro compositor con protagonismo en la velada fue Giovanni Batista Vitali, de quien Obregón interpretó a solo una de sus vibrantes tocatas y, con el continuo, una bergamasca deliciosa, donde fueron pasándose el protagonismo entre el violonchelo y el clave. Además de estas piezas, interpretaron una transcripción de una fantasía de Selma y Salaverde, que mostraba su clara procedencia de ser una composición original para bajón, y también una de las vivaces romanellas del interesante Giulio Ruvo a solo, en La menor, y el Trattenimento da camera para dos instrumentos, número 11 del opus 1, del compositor Angelo Maria Fiorè.
Por su vinculación con España y su breve estancia en Barcelona, se interpretaron dos piezas de Francesco Paolo Supriano, la Toccata V a violonchelo solo, que ya conocíamos en el repertorio de Josetxu Obregón, que interpretó con un sentimiento profundo, y una alegre y hermosa sinfonía, menos conocida, que ejecutaron con gran belleza.
Delicado y musical fue el bajo continuo de Sara Johnson Huidobro en todas estas piezas, esta joven intérprete es un gran descubrimiento para el público de Madrid. Sus interpretaciones a solo, que nos permitieron también disfrutar del bello timbre del clave italiano de Rafael Marijuán, fueron de una elegancia y precisión admirables. En solitario nos ofreció la hermosa Aria sobre la Spagnoleta de Bernardo Storace, de un ritmo alegre y amable, y dos piezas de Frescobaldi, otro autor que se programa demasiado poco, con las Partite sopra l’aria della Romanesca, que la clavecinista interpretó con una sutilidad y belleza deslumbrantes y el más arcaizante Capriccio sopra l’aria “Or chè noi rimena”, que nos mostró su refinamiento en el contrapunto. La intérprete leonesa no se ha prodigado mucho por España pero goza de merecido reconocimiento en tierras germanas, como intérprete en solitario y con su grupo Marsyas Baroque y, a pesar de su juventud, ha ganado diversos premios. Ya están tardando los programadores en contar más en nuestro país con esta joven y excelente clavecinista y organista.
Para cerrar el concierto, nos ofrecieron de propina una ciaccona de Vitali y creo que a todos los presentes nos supo a poco porque queríamos disfrutar más de la excelente clavecinista, del violonchelo Stradivarius de 1700 y de un Josetxu Obregón en especial estado de gracia, lo que tratándose de uno de los mejores intérpretes del mundo ya son palabras mayores. Una velada absolutamente memorable en ese marco incomparable, lo que también hay que agradecer a Patrimonio Nacional.
Manuel de Lara
(foto: Patrimonio Nacional)