MADRID / Elegante propuesta de Nereydas con música y pintura en El Prado

Madrid. Museo del Prado. 19-V-2023. Manon Chauvin, soprano; Victoria Cassano, mezzosoprano. Martín Llade, narrador. Nereydas. Javier Ulises Illán, violín y dirección. Concierto angélico para Guido Reni, con obras de Monteverdi, Banchieri, Falconieri, Ferrabosco, Cavalieri, Caccini, Victoria, Doni y Bonelli.
Excelente iniciativa la de ilustrar musicalmente la presente exposición de Guido Reni en el Museo Nacional del Prado a través de música relacionada con elementos de su vida, del tiempo y de las ciudades donde vivió y de la temática de sus cuadros, con una cuidada selección musical digna de elogio.
Con la idea original de Javier Ulises Illán, director de Nereydas, que además para la ocasión asumió la dirección musical desde el violín, y con los textos del locutor de Radio Clásica y escritor Martín Llade, que ha sido el autor del guión y la dramatización, se ilustraron las relaciones entre la pintura y música en el ambiente vital de Reni, con más de veinte ilustraciones proyectadas de sus cuadros durante el concierto, desde su juventud y el ambiente pictórico y musical donde creció en Bolonia a sus temas religiosos y profanos, desde posar la vista sobre sus ángeles cupidos hasta detenerse en algunos de sus famosos cuadros, como Cleopatra, Ariadna y Baco o Hipómenes y Atalanta, y sobre su ocaso. En algunas ocasiones, las narraciones de Martín Llade precedían a las obras musicales, en otras, se solapaban con ellas. El narrador estuvo convincente, brillante en su estilo y elegante en el lenguaje, si bien los textos se abordaron con un cierto tono trivial en ocasiones, aunque siempre situados en el contexto musical de las pinturas y contaron con la asesoría del comisario de la exposición.
Con respecto a los intérpretes, además de las cantantes Manon Chauvin, soprano, y Victoria Cassano, mezzo, pudimos disfrutar de las violas da gamba bajo y soprano de María Alejandra Saturno, el archilaúd y la vihuela de Manuel Minguillón, el clave italiano y el órgano positivo de Daniel Oyarzabal junto al violín de Javier Illán. Así se fueron sucediendo piezas musicales, pinturas y textos declamados, desde el comienzo, con la idea de los trazos de la pintura en la música simbolizados en La suave melodía de Andrea Falconieri, que pilló algo en frío al violinista, pero que después se entonó, o en el clave preciso y equilibrado de Oyarzabal con su versión instrumental del madrigal Io mi sono giovinetta de Domenico Ferrabosco, padre del más famoso Alfonso, quien también nació en Bolonia y emigró a Inglaterra al servicio de Isabel I.
Pasamos después a otra pieza boloñesa, La Organistina bella in echo de Adriano Banchieri, donde se adaptó con gusto la pieza para el ensemble. Y de allí, como Reni, dimos un salto temporal a Roma con el Aleph de la Primera Lección para el Jueves Santo de las Lamentaciones de Jeremías de Emilio de’ Cavalieri, donde pudimos escuchar por primera vez el excelente equilibrio de las voces de las dos estupendas cantantes, con su bello contraste tímbrico y con el sostén elegante de viola, archilaúd y órgano, todos sobre el fondo del cuadro Ecce Homo de Reni. Una pieza que se nos hizo corta y que dio paso a otra pieza de la tercera lección del Viernes Santo de Cavalieri, Gimell: Sed et, con una modificación del texto convertido aquí en una llamada a “Guido”, que apareció en escena personificado en Llade, quien hizo una alocución sobre las mujeres y el amor sacro o profano en las pinturas de Reni, para así retornar con el pintor a su ciudad natal de Bolonia y admirar el bello dúo de las cantantes en el motete Pulchra es et decora de Adriano Banchieri, una joya sabiamente escogida donde pudimos admirar nuevamente la conjunción de las voces de las cantantes en perfecto equilibrio.
Manon Chauvin cantó después, con su excelente dicción y cuidado hacia el texto, la obra para voz y continuo Dolcissimo sospiro de Giulio Caccini, con el fondo del detalle pictórico del áspid mordiendo a Cleopatra en el pecho, y acompañada brillantemente por la delicada viola de Saturno y el clave de Oyarzabal.
Y de allí, llegamos a una nueva alocución sobre ángeles o cupidos en la pintura de Reni de Martin Llade, con bastante humor, y que dio paso a un bloque con un guiño hispánico que comenzó con la graciosa Ángeles del zielo, una pieza anónima ya grabada en el primer disco de Nereydas (Angélico Greco), que interpretaron con donaire. Uno de los momentos más bonitos del concierto fue la adaptación sobre una intabulación del Ne timeas Maria de Tomás Luis de Victoria, donde Victoria Cassano nos mostró la adecuación de su voz delicada y su conocimiento del estilo, acompañada de las voces asignadas a instrumentos, donde Manuel Minguillón tañó diestramente por segunda vez la vihuela, junto a la viola da gamba y el órgano. Una pieza que, en diferente propuesta, aparecía también en el disco ya mencionado.
Después llegó una bonita Passagalli de Giuseppe Antonio Doni, que se solapó, como sucedió algunas veces, con el texto de Martín Llade. A pesar de ser una brillante idea esta concepción integral del espectáculo, a veces se eclipsaron un poco algunas de las piezas musicales con el abundante texto, quizá se podría haber combinado la narración con el sostén de algunas notas y después haber podido escuchar esas piezas en calma, aunque hay que decir que el público aceptó con agrado toda la propuesta. El momento más ilustrativo de esto fue precisamente con el cuadro estrella del Prado, Hipómenes y Atalanta, ilustrado con la interesante Toccata a 8 ‘Atalanta’ del boloñés Aurelio Bonelli, lo que nos muestra el tremendo cariño y cuidado con el que Javier Ulises Illán planteó un programa tan especial y ligado a la pintura de Guido Reni. En una vuelta de tuerca, esa pieza fue planteada como una carrera entre dos bandos instrumentales con la narración en primer plano.
Tras tanta agitación exterior, se pasó, con el fondo de la pintura de Ariadna y Baco, a la agitación del alma con el hermoso Lamento della Ninfa del Libro VIII de madrigales de Monteverdi —tomado sin duda por su belleza porque temáticamente correspondería más el Lamento d’Arianna o, a voz sola, su derivado Pianto della Madonna—, introducido ya sobre la voz de Martín Llade con el ostinato inicial, con un continuo formado por órgano, archilaúd y bajo de viola, y con el violín delineando las voces complementarias masculinas sobre la parte protagonista de la soprano, cantada con frescura por Chauvin. Después llegó un Et resurrexit de la Selva Morale, para pasar a describir ya el ocaso, con un soliloquio sobre la película de la vida de nuestro particular Reni y un autorretrato de vejez del pintor con un passacaglio de Marini de fondo.
Como propina del concierto tuvimos uno de los dúos más brillantes de las dos excelentes cantantes, con una interpretación vibrante del motete Pulchra es de las Vísperas de 1610 de Monteverdi, con el que se daba remate a una velada de la que el público salió encantado y enriquecido tras haber asistido a esta elegante experiencia integradora. En suma, un espectáculo más allá de lo estrictamente musical, en el marco incomparable del Museo del Prado y en el contexto de la exposición de Guido Reni. Iniciativas de este tipo, ejecutadas con este nivel de excelencia, deberían ser realizadas con mayor asiduidad sin duda alguna.
Manuel de Lara
(fotos: José Antonio Escudero)