LISBOA / Un ‘Don Giovanni’ coronado de éxito en el Lisboa OperaFest
Lisboa. Teatro exterior de la Fundación Gulbenkian. 2-IX-2024. Christian Luján (Don Giovanni), Luís Rodrigues (Leporello), Nuno Dias (Il Commendatore), Patrícia Modesto (Donna Anna), Rafaela Albuquerque (Donna Elvira), Alberto Sousa (Don Ottavio ), Cecília Rodrigues (Zerlina), Tiago Amado Gomes (Masetto). Coro del Lisboa OperFest. Orquestra de Camara portuguesa. Dirección musical: Pedro Carneiro. Dirección escénica: Joao Pedro Mamede. Mozart: Don Giovanni.
Al cambiar los Jardines del Museo de Arte Antiguo, sede histórica del Lisboa OperaFest, por el teatro al aire libre de la famosa Fundación Gulbenkian (al menos para este Don Giovanni), la directora artística del festival portugués, Catarina Molder, ha tenido un poco de mala suerte, ya que el lugar se encuentra exactamente en el pasillo aéreo de uno de los aeropuertos más transitados de Europa. Es por esa razón, además de las frescas y húmedas noches lisboetas, por la que esta traviesa mujer de teatro portuguesa ha sustituido el tradicional clave por… una guitarra eléctrica (¡excelente Simao Barcia!), añadiendo una bienvenida nota pop a una ópera que, en cualquier caso, se sale de lo común y se adapta a cualquier extravagancia.
Con este mismo espíritu de desafío y audacia, Caterina Molder ha confiado su primera ópera a un joven «artista teatral» (actor y director), su compatriota Joao Pedro Mamede, que ha optado por una solución «intermedia» entre tradición y modernidad, con un toque totalmente barroco para el vestuario (diseñado por Patricia Costa): mientras Don Giovanni viste un esmoquin muy chic, y se le ve aquí como un mafioso siempre dispuesto a desenfundar su revólver (y en primer lugar a disparar al Comendador…), todos los demás personajes (especialmente las mujeres) van vestidos con ropas totalmente disparatadas, que sin embargo están muy bien pensadas y resultan muy agradables a la vista. La escenografía (de Daniela Cardante) es sencilla y despejada, con un único laberinto formado por rectángulos de madera de boj, que resulta especialmente eficaz en los juegos del escondite y de la trampa y la trampa en los que está repleta la obra maestra de Mozart. En cuanto a la dirección de actores, se revela eficaz e inteligente, evitando cualquier sensación de aburrimiento en una velada reducida a dos horas y media sin descanso (con algunos cortes en el segundo acto, más las dos arias del tenor), por razones climáticas y logísticas. Es un acierto hacerle olvidar a Donna Anna su espíritu puramente vengativo y ofrecerle una innegable atracción por su seductor, mientras que, por otro lado, Donna Elvira se muestra más histérica y ninfómana que nunca, dispuesta a todo por estar en brazos de su amante infiel. También tiene tendencia a excederse en el consumo de bebidas alcohólicas, lo que da lugar a una cómica escena en la que no puede evitar vomitar (ruidosamente) en las arboledas, provocando las risas de un público lisboeta conocido por ser muy abierto de mente cuando se trata de teatro, ¡operístico o no! En cuanto a la escena final, Don Giovanni acaba pegándose un tiro en la cabeza para poner fin al sufrimiento causado por las llamas del infierno (simbolizadas aquí por las luces rojizas de Sergio Moreira)… sólo para encontrarse (durante el moralizante septeto final) en medio de un «bonito juego» (en el inframundo), del que parece disfrutar (¡no se puede repetir!).
Con la excepción del Don Ottavio de Alberto Sousa, que estaba lo suficientemente indispuesto como para pedir no cantar su primera aria (cuando la segunda había sido cortada de todos modos en esta producción…), el reparto (casi) enteramente portugués ofrece la mayor satisfacción. En el papel principal, Christian Luján, el más portugués de los barítonos colombianos (vive desde hace muchos años en Lisboa, donde le hemos escuchado muchas veces en el célebre Teatro de Sao Carlos, único teatro de ópera de Portugal) ofrece una interpretación muy convincente, tanto vocal como físicamente (con su cuerpo atlético en la escena final), del «dissoluto». Su interpretación de Don Giovanni es notable, y le da vida con una intensidad fuera de lo común. Su voz es potente, bien proyectada, con toda la autoridad y la seducción esperadas. El papel protagonista masculino se lo disputa Luis Rodrigues, un Leporello formidable, con una voz plena y bien timbrada y unos graves sólidos, que no se presenta aquí como el cobarde habitual, sino con una personalidad rica y bien redondeada. Tiago Amado Gomes hace también una buena interpretación como Masetto, mientras que la estatura natural de Nuno Dias como el Comendador le predispone para el papel, con graves por lo demás sonoros. Ninguno de los papeles femeninos decepcionó. Rafaela Albuquerque, como Donna Elvira, impresiona y conmueve con la violencia de su pasión; dotada de una voz valiente, generosa, sonora, tan aguda como seductora, recorre la obra con una presencia excepcional. La Donna Anna de Patricia Modesto, de personalidad rica y compleja, ofrece una voz luminosa y redonda, particularmente lograda. La Zerlina de Cecilia Rodrigues, traviesa, codiciosa y descarada, es deliciosa. Su timbre no es precisamente bello, pero es siempre expresiva, y conducida con un bello fraseo. Los conjuntos son igualmente acertados, así como la participación sin fisuras del Coro del Lisboa OperaFest.
Por último, el director portugués Pedro Carneiro se pone al frente de una Orquesta de Cámara Portuguesa sencillamente impecable, ofreciendo una lectura tensa, nerviosa y muy dramática de esta obra maestra absoluta que es Don Giovanni, un Mozart joven, lleno de energía y constantemente percusivo. ¡Bravi Tutti!
Emmanuel Andrieu
(fotos: Susana Paiva)