Zgustová: Erosión del carácter nacional
Es de mucho interés comprobar la corrosión del carácter de las personas y del propio país a lo largo de las imposiciones de envilecimiento que le imponen los diversos ocupantes, nazis y comunistas. Muy cara pagaron su independencia los checos. Acaso Zgustová podría escribir algo parecido a cierto estudio antiguo y certero del húngaro István Bibó sobre sus compatriotas, que lo hizo a finales de los años 40, cuando todavía quedaba la experiencia soviética, que él sufriría de primera mano allá por 1956. El estudio de Bibó se llamaba La deformación del carácter húngaro y los impasses de la Historia de Hungría. Está dentro de su amplio y espléndido libro Miseria de los pequeños estados de Europa del este, no traducido al español, desde luego que no.
Podríamos seguir con el relato de Zgustová. Es rico y contiene muchas cosas, podría tener mucho interés comparar las esperas de Sylva en la estación praguense con las de Jan en los aeropuertos, la misma estación, el mismo aeropuerto. O el contraste agudísimo entre el ambiente de la Sylva adolescente (aristocracia, castillo, soledad, huida al convento, educación francesa, piano, los bailes y los teatros de mamá, más soledad…) y la deriva de su vida y su país, y el hundimiento de toda Europa Central en un pogrom, en un campo de trabajo, si no de exterminio, y por fin en la grisura matizada por el suplicio permanente.
Zgustova tiene humor, pero dentro de unos límites. No es el humor que es tradición en su país, y que no se limita Hasek o su bienamado Hrabal: “somos el animal que ríe”, dice Vera. De sí mismo, muy a menudo, y eso además de tener mérito resulta más eficaz a la hora de reírnos. No va por ahí Monika.
Hay un tema muy delicado del que no se habla aquí ni en ninguna novela o crónica que yo conozca: la unión de checos y eslovacos, precaria desde el principio, chantaje permanente de los débiles hacia los fuertes, arrogancia de éstos frente a aquéllos… Jan, al volver, no se pregunta por el divorcio de checos y eslovacos, acaso regresa antes de 1993, no se dice. Pero ya que el asunto no aparece en la novela, no vamos a tratarlo aquí. Después de todo, comprendemos que, como dicen en Francia, “trop c’est trop”, y que algo así hubiera rozado el abigarramiento narrativo. Basta con lo que nos da Zgustová. Que es mucho.
No me pregunten por la coincidencia del título del relato con la ópera de Richard Strauss y Stefan Zweig, con el de la comedia de Ben Jonson. Pregúnteselo a Monika, si acaso. Que se inspiró en la vida de su abuela, que nació en un castillo y que murió en una barriada periférica de Praga. Al parecer, era nieta de Bedrich Smetana.