¿Verismos?
Se suelen representar juntas Cavalleria rusticana de Mascagni e I pagliacci de Leoncavallo, como piezas fundamentales de la por entonces nueva escuela verista. La reforma del lenguaje operístico, con arias más breves, mayor extensión del canto recitado, evitación de conjuntos con voces superpuestas, es observable ya en estas obras que marcan estilo. Lo menos verista de ellas, sin embargo, es precisamente su verismo.
En efecto, verismo significa realismo llevado al extremo, lo cual en un arte como la ópera, donde los personajes no pueden hablar y se expresan cantando a voz en cuello por encima de un ancho almohadón orquestal, resulta estrictamente imposible de plasmar. Toda imitación de la vida cotidiana queda desvirtuada por el lenguaje de la ópera.
No obstante, el recurso a ambientes sociales pobres, a gentes vulgares y a momentos de incontenible violencia plebeya, caracterizaron los comienzos de la nueva escuela, aunque no resultaron hegemónicos. Se dejó de lado la exclusividad del grito y la puñalada en un paisaje de bajos fondos.
Si se observa con minucia lo que ocurre en aquellas piezas iniciales, se encuentra en ellas más tradición que novedad, más romanticismo que realismo. En Mascagni lo que está en juego es un drama de honor, caballeresco, propio de la ópera romántica: una doncella deshonrada por un seductor, un marido engañado, una bella adúltera y, como solución, un duelo con arma blanca. En cuanto a la historia de los payasos, si bien en su prólogo se adoctrina acerca de que el arte es trasunto de la vida porque el artista es un ser humano que sufre y respira como los demás, en la fábula ocurre lo contrario. El payaso que acaba matando a su mujer y al amante de ella, en verdad se da cuenta de que ha estado representando en su vida lo que hacía en el teatro, que él es un personaje de una tragedia grotesca y que, de última, como dejó dicho Oscar Wilde, la naturaleza imita al arte porque es el arte el que nos enseña a descifrar la naturaleza.
Blas Matamoro