Un fraile ilustrado y melómano
Escasas huellas ha dejado la biografía de Antonio Literes (1673-1747). Entre los investigadores que más han contribuido a recuperarlas figura el profesor Andrea Bombi. Sin ir más lejos, esta revista llamó a su colaboración en el dossier pertinente (número 117, diciembre de 1997). Rescato, gracias a sus trabajos, un hecho que, en cierto modo, es lógico sin dejar de ser excepcional: algunas observaciones de fray Benito Jerónimo Feijoó, allá por 1726. En un país devastado por la guerra de sucesión y ya bastante decaído como imperio, fray Benito se dedicó a explorar el mundo, como buen ilustrado. Fue, tal vez, el más universal de los españoles en su tiempo, universal como su Teatro crítico.
Feijoó encuentra en Literes a un compositor “que ha sabido juntar toda la majestad y dulzura de la Música antigua con el bullicio de la moderna”, capaz de ennoblecer hasta sus momentos de galantería y comicidad. Juzga el escritor la especial habilidad de Literes para manejar los “puntos accidentales” (lo que hoy llamamos modulaciones) en esa síntesis de modos antiguos y agitación barroca. Ternura despierta y dormida lascivia son los beneficios morales de esta música. Esto nos permite una pregunta que, desde luego, no explicita fray Benito: ¿por qué hay que defender la moralidad del músico Literes? ¿Hubo quien dudó de ella, acaso por su afición, tan barroca, a las mitologías paganas? Lo dicho: Feijoó, el más universal de aquellos españoles.
Blas Matamoro