Un curioso milagro
Santa Cecilia es la santa musical por excelencia. Tanto es así que en algunos países su día, el 22 de noviembre, es considerado Día de la Música. Uno de los milagros que se le atribuyen está recogido como leyenda por Heinrich von Kleist. Me atrevo a sintetizarlo.
A fines de la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII, cuatro hermanos se citan en la ciudad de Aquisgrán para cobrar una herencia. Son iconoclastas, es decir enemigos protestantes del culto católico a las imágenes. Recorren la ciudad coreando sus premisas y dejando grafitti en las paredes. Un convento de monjas se siente amenazado y recurre a la autoridad para que las protejan pero choca con la indiferencia cómplice de la policía. Entonces la abadesa decide celebrar una misa de Corpus Christi distribuyendo partituras entre sus monjas, que asumen las voces, el órgano y algunos instrumentos como el oboe y el violín. Kleist da una borrosa referencia a la música que habrá de ejecutarse: un antiguo maestro italiano.
Los iconoclastas, dispuestos a lo peor, se presentan en el templo con toda su indumenta. Entonces, se produce el milagro, sobre todo al cantarse el Gloria in excelsis. Los enemigos se pasan de bando, caen de rodillas, besan el suelo, lloran de entusiasmo místico.
Seis años más tarde, la madre de los cuatro muchachos, que ha perdido todo contacto y cualquier noticia sobre ellos, va a Aquisgrán en su busca. Los encuentra en un manicomio, aquejados —o felices, vaya uno a saber— por una suerte de melancolía estática. Vestidos de negro, se pasan el día sentados, en silencio, en torno a una mesa donde arde una vela sobre una pequeña colina de cera. A la noche, se levantan y cantan el Gloria in excelsis con tal potencia que deben abrirse las ventanas para evitar que se quiebren sus cristales.
La madre, espantada, acude a la abadesa, la cual le cuenta la leyenda que acaba de referirnos von Kleist. La buena señora se lleva a los chicos de vuelta a su tierra, donde se hacen católicos, asisten a los funerales maternos y mueren muy ancianos, cantando el Gloria in excelsis.
La historia es seductora y, como toda leyenda, artística en definitiva, nos pone ante la ambigüedad propia del arte. Supongamos que Santa Cecilia ha intercedido a favor de sus monjas, su Iglesia y su sabiduría musical, todo por junto. El resultado es haber salvador las sacras imágenes a costa de enloquecer a los iconoclastas. La música salva pero trastorna. Además, es música inspirada por una santa e interpretada por unas monjas. Quiero decir: todas mujeres. La cosa se complica: redención, locura, música, femineidad. ¿Es femenina la música, loca la santidad, visionaria la redención? ¿Por qué el arte sonoro salva a las imágenes, propias de un arte visual? Sigue en la próxima.