Theresienstadt. Los prisioneros del paraíso, de Xavier Güell (1)
En el número de abril de SCHERZO incluimos una reseña crítica sobre este impactante libro del músico, gestor musical y ahora también narrador Xavier Güell, que ha depurado su capacidad narrativa desde su anterior libro, dedicado a músicos en plena moribundia. Lo de Los prisioneros del paraíso es lo mismo y es diferente. Consideren estas líneas como complemento o continuación de lo que se dice en el escrito de abril. Avancemos tan solo que el libro trata del campo de concentración de Terezín, Theresienstadt, cerca de Praga, martirio y tránsito para muchos artistas cuyo final fue Auschwitz-Birkenau, acaso el mayor campo de muerte del III Reich.
Me llama la atención el primer capítulo, que en perspectiva parece desgajado del resto, que en rigor es un adelanto del viaje, el largo viaje de los prisioneros. Es un capítulo muy cinematográfico. Los trenes. Los trenes que van a los campos de la muerte. Es, en realidad, una escena con angustia y terror, pero está muy objetivada. Los prisioneros van a los campos de la muerte, se agitan, no pueden respirar apenas, o mueren asesinados por el camino. Son los trenes de Semprún en (precisamente) El largo viaje, aunque el viaje de Semprún era a los campos de trabajo. No importa, son trenes que llevan prisioneros que carecen de alimento, agua o de cualquier cura a sus heridas. Qué les importa a los alemanes de la Wermacht y las SS (no diferencien demasiado entre ambos, porque unos y otros cumplían la misma misión, en una eficaz división del trabajo). Qué les importa: el que llegue vivo, bien. El que muera por el camino, qué importa, qué les importa. Son los trenes de Amén, la película de Costa Gavras con guión de Jean-Claude Grumberg basada en El vicario, de Hochhuth, obra nunca representada en nuestro país (sí lo fue El vicario de Dios, de Juan Antonio de la Iglesia, apología del lamentable Pío XII, en una época en que no se podía ver Morir en Madrid, pero sí Morir en España, uno de los pocos filmes realmente fascistas rodados en la España de Franco: ah, el inefable García Serrano y su florida pluma). No está lejos de este primer capítulo la desesperada huida de los judíos de uno de esos trenes del film checoslovaco Diamantes en la noche (1964), del entonces joven Jan Nemec, cuya carrera fue interrumpida a los pocos años por la resurrección estalinista de tiempos del penoso Gustav Husak. Los trenes. Las estaciones. Las vías, esas vías que los Aliados no bombardearon nunca, con lo que se permitió el tránsito de prisioneros hacia la muerte hasta el mismísimo final.
Y después, el flash-back que constituye todo el relato, como decimos en el otro escrito, en el que relacionamos personajes que realmente existieron y que alimentan la novela de Güell. Que, en efecto, se toma libertades de ficción para retratar una realidad dolorosa, que sigue doliendo pasado el tiempo. Le recomendaría esta novela a todo el mundo, y en especial a aquellos europeos (muchos) que dicen “judíos fuera de Palestina”, cuando sus antepasados decían “judíos, marchaos a Palestina”. Un nazi histórico de las SS como Siegfried Seidl (Austria, 1911; ajusticiado en 1947), Comandante de campo de Theresienstadt, es el punto de partida del McGuffin, por decirlo así, de esta novela, que ya tendría con Terezín bastante línea argumental. La esposa de Seidl es el gran personaje ficticio de esta novela. El amor (improbable, imposible) entre ella y Hans Krása constituye la línea argumental que se desenvuelve en primer plano, aunque es cierto que la fuerza de la historia de Terezín, que hemos tratado a menudo en SCHERZO y no pretendemos insistir en ello, al menos ahora) se impone a veces como auténtica línea argumental: los ensayos de Brundibár, de Krása; los ensayos de El Kaiser de Atlantis, de Viktor Ullmann; los ensayos del Réquiem de Verdi, los envíos sistemáticos de niños cantores a los campos del este (después de haber cantado en una función, precisamente), la presencia de cadáveres en cada esquina del gueto-modelo, el intento de hacer un film precisamente sobre lo modélico de este gueto… Este film lo empezó a dirigir Kurt Gerron, actor y director muy popular en la Alemania de Weimar, ejecutado en Auschwitz, con gas, como todos los músicos que aparecen en este libro, en octubre de 1944, perdida ya la guerra por la bestia parda.