Santiago Asensio: polifonía por Miguel de Molinos (2)
La Guía se publicó en 1675, y tuvo una excelente acogida en varios países. Miguel fue apresado en 1685. La Guía resultó condenada por fin en 1687. Se había publicado en varios idiomas y muchas veces. Se tradujo después en países protestantes, en alguno de los cuales ya se conocía; y con igual acogida que antes en los católicos; quién sabe si esto no fue lo que salvó a esta obra de un olvido perpetuo, de su total desaparición.
No es cuestión de recorrer ahora este auténtico tesoro, al que la novela de Asensio nos invita; ni la doctrina poco conocida (si es que es doctrina), ni la bella prosa del aragonés del Bajo Aragón, de Minuesa, alma hermosa sometida a martirio por la política de Luis XIV que, como todo el mundo sabe, hoy arde en los infiernos, como Nicolás I de Rusia o Fernando VII de España, entre otros miserables coronados, no siempre con el éxito terrenal del longevo Borbón. Un rey en pleno auge imperialista de su país, cuando las almas no valían nada, y menos los cuerpos; y un Papa que preside un partido eclesiástico en retroceso frente a las cortes nacionales, con miedo a un cisma como el inglés… Y ahí tenemos, en medio, un pobre místico, de esos que hablan con Dios directamente. Si todos pueden hablar con Dios así, sin intermediarios, qué hacemos los curas, obispos, cardenales, clero secular y clero regular, para qué sirve la jerarquía. A este tipo hay que darle un escarmiento, y en lo que se refiere a la mística, el quietismo y esas irracionalidades, ¡nada!, ¡fuera! Además, así imponemos el galicanismo al obispo de Roma, pasó la hora de la monarquía católica hispana. Y bien puede servir ese pobre tonto, el de la Guía espiritual. Ya había pasado el tiempo de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, que se las vieron con la Inquisición, pero en una época en que aquello pudo pasar. Pero ahora, en plena época anterior a las Luces… por favor. Ahora bien, la doctrina parecía impecable, había que inventarse una serie de calumnias, que hoy avergüenzan a cualquier católico (una de tantas, es cierto). Calumnias fantásticas: magias, fornicaciones, libertinajes, ay, enfermiza fantasía de los incansables de la Doctrina de la Fe. Las actas del proceso desaparecieron con las guerras napoleónicas. Como casi toda la abundante correspondencia de Miguel. Todos se habían apresurado a finales del siglo XVII y quemaron su libro, sus cartas, su menor traza.
No hubo más misticismos católicos. Se acabaron con Miguel. Y la Guía se salvó gracias a los muchos ejemplares que se habían impreso. Menéndez Pelayo decía no haberse topado nunca con un ejemplar de la Guía en castellano; don Marcelino parece que quisiera condenar a este heterodoxo (otro más, España siempre estuvo llena de ellos, qué deduce usted de eso, don Marcelino, caramba), pero no le resulta del todo posible, su inmoralidad intelectual no llegaba tan lejos como la de los bandos que condenaron a Miguel. Al que no mataron, faltaría más. Pero lo retuvieron en prisión perpetua hasta que se murió unos cuantos años después del auto de fe de Santa Maria sopra Minerva, que Asensio narra espléndidamente. Podríamos decir: lo condenaron para que se muriese de asco. No parece posible, dadas sus convicciones, dada su fortaleza de alma. Y el alma sólo es Dios, como recordaba Calderón y nos gusta recordar a menudo a algunos. En cambio, sus verdugos nos dan asco. Mucho, como si no pasaron los siglos. Gracias a Asensio por esta novela.
El texto de la Guía puede encontrarse en la red (Wikisource). Tal vez sea posible aún conseguir algún ejemplar de las ediciones que tengo a mano en este momento: la de la fenecida Editora Nacional o de la de la también desaparecida Barral; la segunda, con un importante estudio de José Angel Valente y algunos textos inéditos del místico; la primera, en edición de Santiago González Noriega. Los jesuitas han hecho mucho por recuperar la figura de Molinos, y así acaso compensaron el triste papel que jugó la Compañía al apoyar algunos de los suyos el bando que condenó al místico. Así, puedo recomendar un muy interesante libro de estudios llamado Molinosiana. Investigaciones históricas sobre Miguel de Molinos, en edición de José Ignacio Tellechea Idígoras, libro publicado por la Fundación Universitaria Española en 1987 en el que hay aportaciones de jesuitas. A Tellechea, por cierto, no parece que le dolieran prendas, pues lo mismo investigaba la vida y las ideas de Molinos como se dedicaba años y años al arzobispo Carranza, otro empapelado por la Inquisición, aunque un siglo antes; o a la mismísima Monja Alférez, paisana suya.
LAVS DEO