Ros Marbà, raveliano
Ustedes perdonen. Hoy voy a convertirme en el “abuelo Cebolleta”. Lo que les cuento es más o menos una batalla. Vivida.
Recibimos un CD con música de Ravel; ahí reproducimos la imagen. Antoni Ros Marbà dirige a la Philharmonía de Galicia: Ma Mère l’Oye, Pavane, Tzignae (con el violinista Benjamin Schmid) y la orquestación de tres piezas del Carnaval de Schumann con destino al ballet de Fókin que orquestaron varios músicos para la compañía de Diáguilev. No vamos a comentar este recomendable álbum todavía, ya lo haremos en las páginas de un número posterior al verano. De momento, queremos señalar cierto momento de ese gran raveliano que es Mos Marbà.
Recordamos todos con admiración y recuperamos el placer que sentimos al ver y oír las versiones de concierto que Ros le dedicó a L’enfant et les sortilèges y a L’heure espagnole. Ravel fue siempre su fuerte. Uno de ellos, quiero decir.
Recuerdo un extraordinario Daphnis y Chloé, segunda suite, en fechas tan señaladas como los días 20, 21 y 22 de febrero de 1981, con la Orquesta Nacional de España. Los acontecimientos del lunes 23 han conseguido emborronar otros recuerdos, desplazarlos, empequeñecerlos. La Nacional recibía esa semana a Itzhak Perlman, nada menos; Perlman tocó en el Ciclo de cámara y polifonía varias Sonatas y Suites para violín solo de Bach. Magnífico, no necesito insistir en ello. Y ese fin de semana tocaba el Concertode Brahms con la ONE bajo la dirección de Ros. Abría la velada una de las partituras más exquisitas de Francisco Cano, Dionisíaco.
Algo pasó con Perlman ese día, el viernes 20. José Luis Pérez de Arteaga y este cronista improvisado lo dejamos en el Ritz de muy buen humor a eso de las cuatro de la tarde. Había almorzado en abundancia, tal vez. Algo indispuesto, debió de llegar con retraso y hubo que adelantar el Daphnis. Sorprendente Daphnis. Impresionante Daphnis. Y Chloé, desde luego. Perlman tocó el Concerto de Brahms al final de la tarde, y tanto el sábado como el domingo hubo… “problemillas”. Creo que el domingo no llegó a tocar, no recuerdo bien. Un exitazo, claro está, porque Perlman era entonces ya un enorme artista.
Y allí quedaban la muy francesa partitura de Francisco Cano, excelente compositor muy artista, muy progresivo y nada vanguardista (y en más de una ocasión ha tenido que “pagar por ello”), y un insuperable Daphnis et Chloé del más raveliano de nuestros directores. El lunes 23 pasó lo que ustedes saben, aquel golpe de estado. Queríamos ir visitar a Perlman al hospital, donde había ido a parar por una indisposición que al parecer tenía que ver con su almuerzo del viernes. Pero no pudimos llegar.
Ya hablaremos del disco. Que tiene un interés superior, como veremos.