Ristori, víctima de dos guerras
Hasta hace apenas quince años, Giovanni Alberto Ristori no era más que un simple nombre en la espesura de la nada. Se sabía que había sido un importante compositor en la corte de Dresde, a donde había llegado en 1715 formando parte de la compañía itinerante de músicos italianos de su padre, Tommaso Ristori, actor a la par que músico. Su carrera fue brillante, tanto en el terreno de la escena como en el de la iglesia. Al morir el príncipe elector Federico Augusto I “el Fuerte” (que también reinaba en Polonia con el nombre de Augusto II), casi todos los músicos italianos fueron despedidos por su sucesor, Federico Augusto II. Ristori fue uno de los pocos que permaneció al servicio de la corte sajona, aunque degradado a mero organista de cámara (sería rehabilitado más tarde) y con su sueldo notablemente mermado.
Ristori falleció en Dresde el 7 de febrero de 1753. No mucho después, en 1760, acaeció la primera tragedia sufrida post mortem por Ristori: muchas de sus partituras fueron pasto de las llamas durante el bombardeo de 1760 ordenado por Federico “el Grande”, rey de Prusia. De que lo poco que se salvó fuera destruido dos siglos después se encargaron los aliados, en la II Guerra Mundial, durante los tres días y las tres noches de bombardeos incesantes del mes de mayo de 1945 sobre la llamada “Florencia del Elba”, cuando la contienda estaba a punto de finalizar. Una pérdida insignificante, claro, en comparación con los miles de pérdidas humanas (todas ellas, civiles) que causó este genocidio injustificable (injustificable e impune, que para eso ganaron la guerra).
Se daba por hecho que no se conservaba ninguna partitura de Ristori, hasta que, en 2004, la Batzdorfer Hofkapelle grabó para el sello Kammerton una obra suya, Calandro, considerada la primera ópera bufa estrenada en Alemania (septiembre de 1726). A partir de entonces, han ido aparecido, con cuentagotas, otras obras suyas: algunas cantatas, un par de misas, varias piezas sacras, una pasión (católica, claro, pues hablamos de la católica Dresde) e I lamenti d’Orfeo, bellísimo componimento drammatico… Y pare usted de contar. Muy poco, sí, pero lo suficiente para comprobar que Ristori fue un compositor de primerísimo nivel.
En 2014, un grupo de animosos músicos italianos (el Ensemble Araune y varios cantantes jóvenes italianos, además del contratenor griego Nicholas Spanos en el papel protagónico) recuperó La Fate, compuesta por Ristori en 1736, con libreto de Stefano Benedetto Pallavicini, poeta de la corte de Dresde y autor de la antes citada Calandro. La ópera se interpretó en el pequeño teatro de Ekhof (inaugurado en 1683 y sin apenas modificaciones estructurales desde entonces), en la ciudad de Gotha, y se registró en vídeo (el DVD apareció hace tres de años en el sello Musica NovAntiqua). La música no solo es magnífica y hace por completo justicia a Ristori, sino que el montaje escénico, a cargo de Anne Juds, es modélico (debería ser ejemplo obligatorio para todos esos registas de nuestros días que parecen rivalizar en ver quién perpetra el mayor atentado contra el buen gusto y el sentido común cuando se le encomienda montar una ópera barroca).