Releyendo a T.S. Eliot
En una pasaje de La tierra baldía que se refiere a un condenado dantesco, el conde Ugolino, T.S. Eliot describe a ese personaje sentenciado al más allá como un exilado de la eternidad que se dispersa en el exilio terrestre. De alguna manera, el poeta americano, haciendo lo mismo que Dante, redime a la infernal figura por medio de sus versos, convirtiéndolo en inmortal. Los poetas son dos, si vale la explicación: Dante ocupándose de Ugolino y Eliot releyendo a Dante.
Por lo que nos concierne, que es la música, la fórmula eliotiana nos resulta ajustada, aunque no creo que el escritor se lo hubiera propuesto. Da igual: nos lo proponen sus palabras. Dichas en castellano, son, más o menos: “…la intersección de lo intemporal con el tiempo”. Me permito matizar, por lo que sigue: “… la intersección de lo intemporal con el momento”. No soy caprichoso: el tiempo está hecho de momentos, de instantes, es efímero en tanto aparece para desaparecer.
Muy a menudo nos ocurre, al escuchar ciertas músicas, esa sintética experiencia que reúne lo eterno y lo pasajero. En efecto, sólo la música dura lo que dura. Si un novelista, por caso, describe una tempestad, su descripción puede durar notoriamente menos que la tempestad descrita. Si Beethoven o Rossini nos hacen oír sus tempestades, ellas duran exactamente lo que dura su referencia. Son tempestades inventadas y resueltas por la música. No les sobra ni les falta una mera corchea. O, al revés: el coloquio de dos enamorados es más veloz que el de Tristán e Isolda.
Cesada la escucha, ¿quién no ha dicho: parece que el tiempo no hubiera pasado? El reloj afirma lo contrario pero nuestra vivencia se empecina en su convencimiento. Hasta puede añadir: ataré estos instantes con hilos de oro. Ciertamente, cuando volvemos a “nuestras” músicas es como si volviéramos a ese mágico acontecer sin fechas. La música es instantánea pero, al revés que el tiempo que la sustenta, no es devorada por él. Lo observó Lévi-Strauss, a quien cito de memoria.
Esta devolución del tiempo, esta revolución del tiempo, circular como toda revolución, copia de cursos astrales, es la que Eliot nos permite definir en tanto la intersección de lo intemporal con lo temporal. Nos sucede con las que llamo nuestras músicas. Las otras resultan ajenas. Son músicas de Tal o Cual y se las retornamos a sus autores. Corrijo: no son aquellas nuestra propiedad, son nuestras propietarias.
Blas Matamoro