Polifonía: “Performance”
La polifonía en narrativa no es un descubrimiento del siglo XX, pero se ha experimentado “de otra manera” en ese siglo que terminó. En el siglo XX la polifonía narrativa la reinventa Aldous Huxley en Contrapunto. Es de 1928. Pocos años después se publica la primera narración polifónica moderna española, en ese estilo, una novela poderosa, magnífica: Vida privada, de Josep Maria Sagarra, 1932. La polifonía requiere un narrador que sea un maestro. Eso sí, tiene una ventaja: la caracterización de los personajes puede ser más fácil. A excepción de los protagonistas, sin duda.
Hace pocos años José Abello Flórez daba una de las novelas polifónicas más importantes de los últimos años (¿de los últimos treinta o cuarenta años…?). Su título, Jugadores de billar. No se sorprenda si no la conocen. La publicó una editorial importante, que de inmediato debió de arrepentirse de ello por alguna razón.
Ahora nos llega una novela de ese estilo: Performance, de Fernando Sánchez Pintado (Madrid, 1950). Es el contrapunto. Es una fuga a varias voces. Para concluir con un episodio en el que las voces principales llegan al enfrentamiento y la solución y la disolución. Más allá del “descanso tonal”. El mundo de Performance se nutre de carceleros. Carceleros humanistas. O carceleros rutinarios. O carceleros reformistas. O con mala conciencia. O carceleros tocados por algún grado de corrupción. Incluso carceleros que casi nunca pisan la cárcel y dirigen desde el ministerio la maniobra de la reforma y los recodos de la redención.
Ahora bien, aunque la acción de Performance se da sobre todo fuera de las cárceles, su mundo se nutre también de encarcelados. Recuerdo aquella vieja parábola teatral de Manuel de Pedrolo: Homes i No. Resulta que el carcelero estaba a su vez encarcelado. Algo de eso hay en uno de los protagonistas, veterano de la profesión, uno de esos hombres a la antigua guiados por su interior, no por los demás. Él se siente así, y trata de demostrar su libertad improbable mediante ausencias, convivencias en el margen social y cierto enfrentamiento final al que ya hemos aludido y que no debemos desvelar.
Este carcelero desengañado (Ferreras) no se enfrenta al cínico ni al corrompido. Sólo que su oponente, su superior (Sandoval), lleva adelante una política lo bastante ambiciosa como para no tener más remedio que “tragar” con el cinismo y la corrupción. Pero la performance, la gran experiencia sico-teatral que se prepara en esta novela (casi, casi como la comisión de Kakania preparaba ciertos festejos, ¿recuerdan?) es obra de un personaje secundario, Blasco. A la política del gesto teatral (¿y de la mentira?) le sigue la política de las nuevas formas de apariencia vanguardista. Como eso que se llama performance, y que no es teatro ni nada codificado hasta ahora. Sino otra cosa, con mucha provocación. No valoremos si es mejor o peor.
Nuestro novelista no confía en la literatura y el cine carcelarios, visión “que no refleja el sentido profundo del universo carcelario, de una institución total de la que forman parte no sólo los presos sino los propios carceleros y todos aquellos que giran en torno a ella: responsables políticos, jueces, comunicadores…”
Hay más personajes, claro. Esto es polifonía, dijimos. Algunos de ellos van más allá del hallazgo feliz, como ese tal Chivas, que fluctúa entre la cárcel y la disolución. Hay personajes femeninos importantes, como esa mujer que no sabemos si se desdobla en dos, si consiste en dos, o si no tiene nada que ver con la segunda. El estallido final, la “secuencia” última nos lleva a pensar que Performance, escrita antes de estrenarse Celda 211, de Daniel Monzón, podría ser un contrapunto (de nuevo la polifonía) a esta película que el año pasado fue de lo más destacado de la cartelera. Un contrapunto en el sentido de otra historia distinta e incluso opuesta.
Fernando Sánchez Pintado no se sirve sólo de una doble experiencia carcelaria para escribir este relato contrapuntístico. La imaginación es imprescindible para dar vida a este tipo de mundos complejos y entreverados. “Cualquier obra, si excluimos las estrictamente autobiográficas, dice el autor, trasciende por entero esa experiencia (autobiográfica)”. Esta novela no es parábola de lo que ocurre fuera, aunque haya paralelismos innegables.
Performance la publica Barataria. Fernando Sánchez Pintado ha publicado dos novelas antes que ésta: Un tren puede ocultar a otro (Endymion) y Contrariar al zurdo(Barataria).