Pequeño gran hombre
Carlos Guastavino, el compositor argentino –precisemos: de Santa Fe– fallecido en 2000, habría cumplido este año sus primeros cien. Ha dejado una obra ceñida en géneros y estricta en cuanto a recursos estéticos. En su catálogo dominan las obras para piano y las canciones de cámara. Hay coros y algún contado ejemplo de pequeño conjunto: cuerdas y clarinete, cuerdas y guitarra. En materia estética, se mantuvo siempre dentro de la tonalidad. Sus referencias llegaron a Rachmaninov. Hay que tenerlas en cuenta junto al hecho de que algunas de sus canciones, como La rosa y el sauce, Se equivocó la paloma, Milonga del ampedrino figuran entre las más reiteradas en los programas pertinentes de todo el mundo.
He dicho que “sus referencias han llegado…” La pregunta es tendenciosa. ¿Qué deber histórico tiene o tuvo la música de llegar al cuestionamiento de la tonalidad? La pregunta se podría ensanchar con el cuestionamiento de los instrumentos tradicionales, la sustitución del sonido manual por el sonido electrónico, la incoporación del bello ruido, hasta la desaparición de la melografía, es decir del pentagrama.
Guastavino pertenece al núcleo, discutido y válido, de quienes rechazan la concepción progresiva/progresista de la música, de modo que artistas como el citado ruso, Sibelius, Poulenc o Falla pertenecerían al bando de los reaccionarios. A toda esta argumentación,abstracta, se podría oponer la verdad del cabrero, concreta: la música es opus, es obra hecha. Si con un andamiaje se consigue un buen resultado, ya no vale cuestionar el andamiaje.
Por otra parte, en el caso puntual de Guastavino, cabe señalar otro logro: al explorar la música local o nacional argentina, es decir: criolla, se encontró con el trasvase de las fuentes españolas. Y les dio reconocimiento, poniendo en canto los versos de Alberti o Cernuda. En los años cuarenta del pasado siglo, esta joven promesa se asoció con otro personaje afín, que hacía el mismo recorrido pero en sentido inverso: la soprano catalana Conchita Badía. Durante la guerra civil, se marchó a la Argentina y estimuló y estrenó a los chicos lugareños de la época. A ella se deben algunas de las canciones argentinas más conocidas en el mundo, como las del pequeño gran hombre de Santa Fe.