Papelera de monólogos: Croce e delizia, o esto no existe si yo lo digo
Encontré monólogos desechados, en una papelera. Eran restos, lo peor de lo peor. Los mejores ya los habían seleccionado con buen criterio y valentía. Elijo éste como el segundo, no sin riesgo, dada la siciliana índole de sus modelos.
Música – Cocidito madrileño, cantado por Pepe Blanco. Nada menos.
Primer punto de orden del hoy. Caballeros, aquí, entre nosotros, les diré a ustedes que me he leído el libro El arcipreste y los naranjitos. Y que me ha costado mucho, pero mucho. Es un libro infecto, oigan. Un libro lleno de resentimiento. Su autor, Tomás Bernardo, es conocido por su odio hacia todo el que ha conseguido un poco de lustre, el que ha destacado. Como cuando habla de la entrada en la academia de una respetable personalidad a la que prefiero no encomiar, porque a él le debo todo. Ay, sí, perdonen esta debilidad. Pero es que le debo todo, todito. Aprovecho para desmentir que un día yo me humillara ante él para seguir yo en el candelero. Ni él ni yo somos de esa índole.
A lo que íbamos: a mí mismo el tal Tomás Bernardo me menciona en el libro, de pasada, como si fingiera despreciarme. Y no desprecia quien quiere, sino quien puede. Es lamentable la publicidad que se le ha dado a ese libro. Así que estoy totalmente de acuerdo con el criterio de nuestro periódico. Y, por una vez, con el criterio de los periódicos de la derecha. ¿Publicidad gratis por el escándalo de la supuesta censura? Pero, por Dios, no hay censura. Es que ese libro es indecente, y lamento decirlo, porque soy partidario de la libertad de expresión.
Ahora bien, soy partidario de la libertad de quien es víctima de un libelo. Y ese libro es un libelo. Está bien que ataque a los franquistas, pero no a nuestra gente, a nuestro periódico, y a muertos que merecen un respeto. Soy partidario, digo, de que no se haga referencia o reseña a ese libro. No existe. No existe si nosotros le negamos la existencia. Lo llevo haciendo años y años. Tal tipo me parece sospechoso, así que no existe. No lo publico, no lo comento: no existe. No me gusta ese Tomás Bernardo, con sus libros contra socialistas y gente de los nuestros. No me gustó su libro Paisaje de desierto con maestro, en el que insulta al más destacado pensador del siglo, padre de uno de los fundadores de este periódico. No me gustaba cuando firmaba con el nombre de Enrique Boll novelas biliosas contra las fuerzas democráticas, como Opiniones de un belitre, Retrato de grupo con Juanita o El honor de Catalina estaba en la nevera. No me gusta. Así que aconsejo que se le haga lo que peor le sienta: que no se hable de él. No nos hagamos cómplices del resentimiento, del ajuste de cuentas, del navajeo, de la venganza. Silencio. Silencio. No existe. Tomás Bernardo, Enrique Boll… No existen. No.