Músicas populares judías
Cómo se parece la música popular judía de celebración (bodas, mitzvá, todo eso) a las música populares árabes. Son semitas (somos). Dos religiones del libro, ambas con sus devotos, sus fieles y también sus fanáticos.
Hace años la celebración de la entrega de los Premios Max de teatro se convirtió en una alegato contra Israel con el achaque de solidaridad con el pueblo palestino. No todos eran conscientes de su hipocresía, muchos creían ser justos… y soldarios. Todos repetían lo mismo. Me hubiera gustado merecer un premio ese año (quiero decir, tenerlo; merecerlo, lo merezco hace tiempo, claro) y poder decir, al recibirlo: “mi solidaridad con el pueblo judío”. Porque los europeos fingimos que nada tenemos que ver con “aquello”, que los israelíes se portan muy mal, y confundimos a ese halcón primer ministro o alguno de sus ministros que antes fueron matones de discoteca con el pueblo del estado-nación de Israel. Es más, confundimos Tel-Aviv con Jerusalén, y ya saben lo que quiero decir con esto.
¿Y ahora, en estos días, en estos momentos? Siguen las bodas y las celebraciones, tan parecidas en sus músicas tanto si eres israelí como si eres árabe. Y un presidente USA, algo trastornado pero poderoso y peligroso, parece apoyar a la ultraderecha israelí. ¿Regalo envenenado? Algo peor: regalo maldito. ¿Sabían que en Israel es habitual preguntarse sobre la existencia futura del propio país? El regalo maldito va por ahí. No aceptéis ese regalo, amigos israelíes.
En cuanto a los solidarios con el pueblo palestino, habrá que recordarles que los árabes matan árabes, sobre todo árabes; y los fanáticos envenados de fracaso y rencor mandan consignas y franquicias para matar europeos: suelen hacerlo con golfos de la peor especie, disfrazados de militantes de Dios.
Por favor, júntense y bailen eso que tanto se parece en sus fiestas.
O háganlo por separado, pero bailen, canten. No permitan que el aliento venenoso de la Casa Blanca les engañe y les lleve al precipicio. Por favor, eso no.
Mientras, les invito a ver estas agilidades de unos ortodoxos danzantes con botellas en las cabezas durante una boda judía. Pueden empezar después de un minuto y medio. Otro día les hablaré de una pieza teatral de autor israelí, especialmente crítica con sus propios compatriotas y paisanos. De momento, esta divertida danza.