Música constitucional
La música, como el aliento, alienta por todas partes, si se admite la repetición. No obstante, sólo conozco un texto que la incluya en la Constitución de un Estado. Se llamó, de modo efímero, Reggenza Italiana del Carnaro y contó con una Carta, a la que enseguida me referiré. Más habitualmente se la conoce como expedición a Fiume y consistió en la toma de la ciudad así llamada, hoy en territorio croata, por medio de una tropa de legionarios y oficiales al mando del poeta Gabriele d´Annunzio. La experiencia duró poco, entre 1919 y comienzos de 1921, y se le puso fin por la fuerza. Como el Comandante —según se conoció por entonces al jefe— no consiguió el apoyo del gobierno italiano para anexionar Fiume, antiguo puerto austrohúngaro, al reino de Italia, decidió proclamar esta república independiente y dotarla de un texto constitucional. La última sección está dedicada a la música, consecuencia de considerar la ciudad republicana como un armonioso diseño, de sesgo musical, el que alentó la construcción de las urbes italianas en el Cuatrocientos.
El texto no parece obra dannunciana sino más bien de su colaborador Alceste De Ambris y dice, traducido: “La música es una institución religiosa y social. Si cada renacer de noble gente es un esfuerzo lírico, si todo sentimiento unánime y creador es una potencia lírica y cualquier orden nuevo es un orden lírico en el vigoroso sentido e impetuoso de dicha palabra, la Música considerada como lenguaje ritual es la exaltadora del acto de vida, de la obra de vida. ¿No parece que la gran Música anuncie cada vez a la multitud intencionada y ansiosa el reino del espíritu? (…) Hasta en las herramientas del trabajo y del lucro y del juego, en las fragorosas máquinas que asimismo obedecen a un ritmo exacto como el de la poesía, la Música encuentra sus movimientos y su plenitud.”
Demasiado lirismo para ser un texto legal, incluida una pregunta que jamás ha de colocarse en una ley. Las leyes no preguntan sino que ordenan. En fin, la republiqueta de don Gabriele duró lo que un preludio, no llegó siquiera a ser representada. No obstante, cabe señalar que la música a la que se refiere es la lírica, o sea la que se canta, y que he traducido, hacia el final de la cita, la palabra opera por obra, aunque en italiano tiene el doble sentido de obra y de ópera. Y, en rigor, la aventura de Fiume fue una suerte de ópera, en buena parte callejera, con una escena de batalla en su conclusión, dotada de fuego real y reales cadáveres de combatientes y civiles. Al lado de ella, los inocentes happenings de los años sesenta, resultan cosas de niños. Pero, en fin, nunca sabremos si la ficción fue llevada a la realidad o viceversa, si el poeta culterano y manierista hizo representar una verdadera ópera verista que ya la hubieran querido para sí sus paisanos Mascagni y Leoncavallo.