Música clásica
Habitualmente, las disquerías suelen dividir su oferta entre música clásica y música popular, lo que hace pensar en la primera como una música impopular, lo cual es inexacto porque suele estar hecha por profesionales. Tampoco es correcto amontonar unas músicas heterogéneas, desde una monodia medieval hasta Stockhausen, bajo una sola etiqueta. Música clásica es, estrictamente, sólo la del clasicismo de los siglos XVII y XVIII, con algún añadido de los incontables retornos o neoclasicismos.
La palabra clásico, por su parte, apela a una historia muy poco musical. Los romanos llamaban classicus a los que pagaban impuestos porque tenían suficiente patrimonio, en tanto eran ordinarius los que menos pagaban, los contribuyentes modestos. Proletarius era quien no tenía más propiedad que su prole, la fuerza de trabajo de sus hijos. Las palabras son resbaladizas y hoy se dice con elogio que alguien tiene clase cuando exhibe buenas maneras; clásica es toda obra de arte que perdura en el tiempo o, como dice Italo Calvino, el libro que siempre se relee, el que no acaba de ser leído y releído a través de los siglos. En cuanto a ordinario, huelgan los comentarios. Proletariado, lo mismo.
Clásica es la música con géneros y formas nítidos y definidos, amante de repeticiones y simetrías, de modo que siempre consiga estructuras equilibradas, construidas en torno a un eje imaginario y con unos confines claros. Como tal, clásico es más un temperamento y una elección estética que un código como el que hallamos en maestros del clasicismo, Mozart o Haydn. Hay músicos que son clásicos aunque su estética sea romántica porque lo es su sensibilidad y cierto subjetivismo confesional e impregnado de sentimientos personales. Chopin y Mendelosshn tienen ambas cualidades: sentidos alertas propios de los románticos y mentalidad controladora de la forma, propia de los clásicos. Fiel a unas normas expresas es Schönberg, el líder atonal y serial. Pero Alban Berg, libre atonalista, sigue siendo un romántico, familiar de Berlioz y Schumann. Con lo que hemos derivado desde el derecho fiscal y los cobradores de impuestos romanos hasta el ancho campo de la imaginación artística de todos los tiempos. Volvamos a las cada vez más escasas disquerías en busca de las obras maestras.