Możdżer y Fresco, sin Danielsson
Con el tiempo, el concepto de jazz (concepto, más que término) se ha hecho amplio, ha adquirido significados fronterizos, pero no ambiguos. La fusión ha sido una de sus criaturas, aunque esta criatura proviene de lo folk de todas partes y de lo pop de la supuesta aldea supuestamente global. En estas páginas nos referíamos hace dos años al Festival Sacrum-Profanum de Cracovia, en el que el protagonismo era de los experimentos de compositores contemporáneos, de jazzistas puros y de fusionistas (por llamarlos así), juntos o por separado, en formato íntimo o con formato de concierto pop. En Polonia el jazz goza de buena salud. Y fue en el pasado una de las formas de expresión en contra de la opresiva imposición cultural que miraba hacia el este, cuando los polacos querían mirar sobre todo al oeste. Hay testimonios cinematográficos y documentales de que esto es así. Fue así.
De manera que la tradición ha seguido y ha consolidado grupos y nombres jazzísticos. Uno de estos grupos de jazz es el trío que ha conseguido formar el compositor y pianista polaco Leszek Możdżer (Gdánsk, 1971) con el batería y vocalista israelí Zohar Fresco y el contrabajista sueco Lars Danielsson, también compositor. Este trío estaba previsto que actuara en la Sala de cámara del Auditorio Nacional el jueves 9 de noviembre, presentando las músicas que forman su nuevo disco, titulado Polska, esto es, Polonia. pero Danielsson había sido ingresado, según nos informan, en un hospital holandés justo el día anterior. No sabemos lo que hubiéramos oído (sabemos los títulos, algunos de los cuales se mantuvieron, no lo que realmente hubiéramos oído), pero Możdżer y Fresco juntos dieron un recital de categoría superior. No se trata de hacer reseña crítica, sino de informar sobre este hermoso recital y las colaboraciones que lo hicieron posible. El ciclo era ‘Fronteras’, del Centro Nacional de Difusión Musical, que cumplía así funciones de anfitrión que no se conforma con los moldes del recital clásico de siempre. El impulsor era el Instituto Polaco de Cultura, en Madrid, que cumplía cinco años de actividad, después de que en 2009 se fundara para especializarse más allá de las posibilidades de la Embajada. Desde entonces difunde en nuestro país su cine, su teatro, su música, sus artes plásticas. Desde entonces demuestra lo que muchos ya sabían: que la cultura polaca es una de las más importantes del mundo. No crean, eso no se sabe en todas partes. Pero había un tercer colaborador, la Embajada de Israel, un país en el que la cultura es un elemento principal en la vida cotidiana.
Tres instituciones de tres países con auténticos y serios problemas propios, aparte, se ponen de acuerdo para un concierto espléndido, en el que dos virtuosos desgranan composiciones de ellos mismos, dos músicos extraordinarios que supieron llenar el hueco de Danielsson con un recital que supo a poco porque todo el mundo quería más, aún más.
Y ya que no tocaron los tres, al menos podemos ver este breve reportaje previo sobre el CD Polska: