Mi amigo Gerundio
Tengo un amigo muy aficionado la ópera con quien discutimos agriamente en nuestra juventud y ahora, mientras él sigue cultivando sus puntos de vista, me deleito con ellos sin estar jamás de acuerdo con él. Creo que es incapaz de recibir la música con placer y que goza con el disgusto. Yo soy más hedónico. Si un artista no me gusta trato de no escucharlo. En caso contrario, me río alegremente de sus defectos.
Gerundio proporciona numerosos ejemplos de su gerundez. Victoria de los Ángeles hace una seráfica creación de María Boccanegra en la ópera de Verdi. “No es una voz verdiana” comenta Gerundio. “No, es una voz victoriana” replico. María Callas, en La Traviata, apoya a menudo la emisión con un exceso de aliento, exagera el vibrato y altera algunos armónicos. Gerundio apunta. Yo explico: “Callas es políticamente incorrecta pero sus abusos son imprescindibles para expresar la desesperación de Violetta y alcanzar un patetismo incomparable”. Hay cantantes como Boris Christoff ayer y Jonas Kaufmann hoy que le parecen engolar a menudo. “No engolan, apoyan bien pero sacan algunas notas por el paladar y no por la máscara, de modo que la voz se vela, se torna íntima y adquiere una sugestiva oscuridad”, trato de entender.
Se sabe que sobre gustos no hay nada escrito. Cada uno de nosotros goza o sufre la música con su propio cuerpo, que es algo intransferible y que nadie puede sentir aparte de nosotros mismos, cada quien de nosotros mismos. De modo que las disidencias entre Gerundio y yo se neutralizan. Pero me parece que comete un error de concepto, que nunca le señalé porque me molesta dar lecciones que no llevo aprendidas. Ahora lo escribo. A cada artista hay que entenderle el código y percibirlo desde él. Si no, el receptor se queda fuera del circuito y es como si no escuchara lo que oye. Reduciendo al absurdo: no cabe decir que un pianista toca mal el violín porque está, precisamente, tocando el piano. O, por abundar en glosas de refrán: el zapatero hace zapatos, justamente, porque es zapatero. Con zeta minúscula. Lector, respeta mi código.