Lluís Llach: La vocación de comisario político
Por Santiago Martín Bermúdezz – Publicado el 27 Abril 2017
Para ese viaje no hacía falta alforja, Lluís. Para culminar la carrera con una declaración de principios de comisario político, caramba, no hacían falta ni estacas ni campanadas (qué indignado parecía usted en aquel bodrio en que se fingía Mozart y Fischer-Dieskau al mismo tiempo, y todo a costa de tres pobres muertos; los que vinieron más tarde, cerca de 900, no le merecieron recuerdo). Para amenazar a la gente con lo que más les duele, con las cosas de comer, no hacía falta fingir la defensa de libertades en las que usted no cree, porque el nacionalismo excluyente y de limpieza (no ética, precisamente) es antidemocrático, y más bien pertenece al tronco común de las actitudes e ideologías contrarias a la libertad; ese tronco del que surgió una cosa llamada fascismo y otra cosa a veces llamada nacional-catolicismo, el tronco del que vienen los votantes de Trump o de Marine. Lo suyo es distinto, es el feixisme caganer de Esquerra Republicana (y de las JONS). No creo necesario explicar qué es el caganer, esa figura entrañable de los belenes, pero sí me parece conveniente señalar que usted y los suyos amenazan y amedrentan porque carecen de razón y de razones, porque son caganers sin gracia, porque tienen la convicción de que, venza su monstruosa idea o no, tienen garantizada la impunidad. Esa impunidad que les permite amenazar a otros con el castigo que ustedes eludirán.
Eso es ventajismo, señor mío. Debería usted recordar la letra de su antigua canción El jorn des miserables. Está usted dentro, señor comisario político, señor chekista, señor guardián de la revolución iraní, chivato de la manzana del barrio habanero, amenazador de familias enteras: o estáis con nosotros, o a la calle. Eso es ilegal, es inmoral. Usted cantó, o fingió cantar. Ahora sabemos cuál era el verdadero sentido de su canto, el de la hipocresía y el del feixisme blandito porque no se puede permitir aún ser lo bastante duro. Y ahora entendemos el verdadero sentido de aquellos versos suyos de ese canto indignado (qué capacidad de indignación tiene usted, qué bien se debe sentir ante el espejo):
Quanta ràbia que tinc,
potser cal ser gos des d’ara;
quanta ràbia que tinc
i no vull pas oblidar-la.
Un perro, dice usted mismo.
Un familiar mío, catalán, se pregunta ante mucha gente según él “de buena fe” que cree en lo que usted trata de imponer con su actividad infatigable en pro de la mentira, qué va a pasar cuando sea evidente que no será, que no es, que no es posible, que no hay manera. Qué van a hacer ustedes cuando ya ni siquiera puedan amenazar a los funcionarios con echarles a la calle para que se mueran de hambre o, como decía un preclaro nacionalista vascongado: “Si no estás bien aquí (amenazado de muerte, evitaba decir; ustedes no han llegado a eso), ancha es Castilla”. Qué van a hacer. ¿Echarle las culpas a Madrit? Que no les dará a ustedes su merecido. Ah, Lluís, cómo recuerdo la época en que TVE le lanzó a usted para oponer un rival al odiado Joan Manuel Serrat, vetado en las pantallas y los micrófonos de todas sus emisoras. ¿Era en 1969? Los viejos tenemos memoria, y sabemos qué fue la dictadura y qué fue la transición, al contrario que los que ahora las revisan (por decirlo suavemente), pero a veces nos fallan las fechas.