Leer la música
En su libro Mozart in Wien (1986) recuerda Volkmar Braunbehrens algo que nos parece hoy una curiosidad pero que resultaba, en la época, normal. En su concierto para piano y orquesta Köchel 537, conocido como De la coronación, de la parte solista sólo fue escrita la mano derecha y de la orquestal, apenas la de las cuerdas. El resto quedaba a consideración de los intérpretes – el propio Mozart, en el estreno de 1788 – y consistía en una suerte de improvisación dirigida o jam session. O, por decirlo más a tono con el tipo de música en juego: Ad libitum. O, si nos ponemos culteranos y nostálgicos del perdido latín paternal: Quodlibet. Ciertamente, al publicarse la obra en 1794, los huecos fueron llenados por el editor Johann André, sin posibilidad de ser autenticados por el autor — ¿coautor? – que ya había muerto.
La partitura impresa se tuvo por auténtica, tanto que, al ejecutarla a su manera el pianista Friedrich Wührer, algunos críticos lo censuraron, justamente, por “inauténtico”. Como se ve, más que tratar con una partitura, parece que estuviéramos tratando con un fragmento arqueológico. Cierto es que, por ejemplo, las cadencias de los conciertos y las arias de ópera, así como la repetición del da capo donde estuvirera señalado, legitimó la improvisación dirigida, o sea respetando tonalidad y extensión de compases. Pero aquí hay bastante más.
¿Qué opinaría Mozart de todo esto? Para empezar, debería hacerse cargo de la historia musical que lo siguió. Luego, es muy posible que, con su humor de niño travieso y su urgencia por irse a una timba a probar suerte, nos habría guiñado un ojo. Lo cierto es que, si nos atenemos a lo escrito por él, la obra tiene una ancha apertura, como esos cuadros de vanguardia donde podíamos encender o apagar una luz, abrir un grifo y conseguir que el agua nos salpicara equívocamente los pantalones.
Umberto Eco nos repetirá que toda obra tiene un espacio de imprevisión, de indeterminación. Que si limpiamos La Gioconda le crecen cejas y puede ser que hasta bigotes a lo Duchamp. Esperemos a Mozart a la puerta del casino e insistamos: ¿Autorizas tu editor o lo impugnas? ¿Y si el genio de Salzburgo nos replicase con otra pregunta, a la gallega? ¿Qué es una partitura? ¿A cuántas Coronaciones jugamos? La solución en un próximo blog.