Kraus y la Viena de opereta: 29 de junio de 1914
Continuemos con Karl Kraus, ahora que, en estos momentos de julio, hace cien años que las potencias negociaban si iban a la guerra y cómo había de ser esa guerra. Les propongo un découpage del amplio Prólogo de Los últimos días de la humanidad, más que nada para ver cómo retrata Kraus, con sátira de “opereta al revés” esos días posteriores al asesinato del Kronprinz. En Viena, claro. Aunque sea cierto aquello que predijo Soma Morgenstern: a Kraus no se le podrá leer en el futuro sin notas a pie de página. En efecto, sus referencias inmediatas son muchas: los acentos, los dichos, las gentes de la época.
El Prólogo se divide en diez cuadros. El primero marca la pauta de lo que serán las escenas de apertura de los cinco actos siguientes:estamos en la famosa Sirk-Ecke, Ringstrasse esquina a la Kärtnerstrasse (esta última calle va desde la catedral de San Esteban hasta el Ring, hasta la Ópera, y aquí estamos). Oiremos vendedores de periódicos, como en todas las escenas de calle, pero también las de café (los típicos y conocidos cafés vieneses en los que se hacía vida social). La multitud recibe la noticia del asesinato de Francisco Fernando. Aparecen ya cuatro personajes que inaugurarán los actos siguientes, cuatro oficiales, denominados por Kraus como el primero, el segundo, etc., pero que entre sí se llaman por sus apellidos: Powolny, Nowotny, Pokorny y hablan con acentos, dejes y giros nacionales propios. Estos personajes se refieren con escaso interés, con banalidad, con tono chusco, al grave suceso que anuncian los vendedores de periódicos. Pero lo que les interesa es ir al Hopfner, un restaurante de moda en la Kärtnerstrasse. O irse de juerga. Son romos, son simples, carecen de la menor altura intelectual, y probablemente de la otra. Les gustan las viñetas medio costumbristas y medio satíricas de Schönpflug, de la revista Muskete (1905-1927). Todos los actos comenzarán con el comentario de un oficial: ¿habéis visto la caricatura de Schönpflug? ¡Es genial! Señalan mujeres con las que se han acostado. Saludan y confunden a los artistas que pasan.
Uno de los artistas que se mencionan en esta obra es Hubert Marischka, cantante de operetas (fue uno de los primeros Danilo), actor y director en teatro y en cine, además de cuñado de Viktor Leon, libretista precisamente de La viuda alegre, entre otras operetas; era hermano mayor de Ernst Marischka, el que torturó la imaginación de los niños de mi edad con películas como las dedicadas a la Emperatriz Sissi o como La panadera y el emperador, las cuatro con la espléndida y entonces demasiado joven Romy Schneider. Una familia, los Marischka, por lo que se ve dedicada a embellecer las historias desagradables. En Viena hay incluso un parque dedicado a Hubert, algo retirado, al suroeste del Hofburg. Y muchos guardan de él una memoria mejor que la que dedican a Kraus.
Aparecen dos agentes de negocios, igual de despreocupados por lo que acaba de suceder. Inevitablemente, surgen ya dos lectores de la Neue freie Presse, el periódico dirigido por Moriz Benedikt, dos bestias negras de Kraus. El viejo lector espera el editorial de mañana (de Benedikt), transportado ya, ilusionado por lo que leerá. Dos periodistas hablan entre sí sobre la reacción de la gente, pero todo se lo inventan. Dicen que la animación y la alegría han desaparecido. Lo que vemos es justo lo contrario, la alegría sigue. Y seguirá en las escenas de inauguración de cada acto, pese a que la tragedia se agudiza de acto en acto, y la catástrofe se hace cada vez de mayores proporciones.
Seguiremos con este Prólogo, pero les dejamos tres caricaturas “militares” de Fritz Schönpflug, que tanto ponderan esos oficiales del imperio multinacional.