Korngold: “Das Wunder der Heliane” en el Festival Janácek de Brno
Hoy me permitirán ustedes regresar a noviembre pasado, a Brno, hermosa ciudad en la que nació Korngold y en la que vivió Janácek toda su vida. Quisiera detenerme algo más ante uno de los espectáculos del festival, del que dimos cuenta más breve en las páginas de Scherzo del mes de enero. Una ópera de Korngold, precisamente, no de Janácek. Se trata de Das Wunder der Heliane, El milagro de Heliane, ópera de Korngold de cuando cumple treinta años, qué mayor, este hombre, aquel niño prodigio que empezó tan temprano.
¿Heliane? Hay muchas cosas del libreto que han envejecido. Pero creo que no hay que exagerar las maldades del libreto. No sólo porque los vemos francamente peores en óperas de hoy día (se supone que hoy día se cuidan los libretos más que en tiempos verdianos: falsa conciencia), sino porque la historia de la ópera nos da ejemplos decepcionantes.
Estamos en 1923-1927. Esa mezcla de simbolismo, expresionismo y romanticismo tardío, esa secuencia inagotable de música por oleadas, de auténticos chorros sonoros, esa tensión que se niega a resolverse, esa inestabilidad de tonalidades siempre dentro del diatonismo casi estricto, casi sin excursiones cromáticas: todo eso es Heliane, y si el libro nos cuenta una historia ingenua, el compositor lo era, él mismo, aún más. Lo que no le impidió tenderle una trampa a su buen padre, Julius, que creía apoyar en Heliane el mayor triunfo de su hijo, y que en realidad inducía sin quererlo su independencia personal con Luzi. ¿Qué diría Julius Korngold al ver esta obra de su hijo,fracasada en su día contra toda expectativa, resucitada precisamente en Brno, y precisamente en el Festival Janácek, si él, Julius, fue un temprano fustigador del compositor de Hukvaldy?
La música de esta ópera es inagotable, rica, inmensa. Nos zambullimos en ella, nos bañamos en ella, y acaso nos purifica como un hontanar. Choca, desde luego, que esta trama y estas situaciones sean contemporáneas de Wozzeck, el de Berg, incluso el de Gurlitt. Los autores reclaman que el libreto, después de todo, no es realista, y lo hace repetidas veces. ¿Basta con eso? No, sin duda, pero no hay que negarse a esa perspectiva.
Después de veinte años en que nos disponíamos para El milagro de Heliane más que del registro de Decca con Tomowa-Sinow y Gedda (excelente, sin duda, pero sólo eso, una grabación audio) podemos constatar por esta puesta en escena que es una ópera perfectamente teatral. No hay que “quitarle el polvo” (como se suele decir), al menos no más que a las óperas contemporáneas suyas, las de Richard Strauss, Schreker, etc.
Sally du Randt llevó a cabo una auténtica hazaña, con su excelente voz lírica con toques dramáticos para un apasionad protagonista. Magnífico también Schmittberg, lírico, ampliamente lírico, sí; pero Helden cuando era necesario. Lawrence brilló menos, y no sólo por su antipático papel. El rol de la mezzo Jana Wallingerová es igual de antipático y salió más que airosa: excelente. Esta joven mezzo de Brno fue esa noche profeta en su tierra, pero ya lo había sido repetidas veces.
La puesta de Heinz-Lukas-Kindermann dibuja muy bien la presencia de este turbio personaje, la Mensajera (Die Botin), y la presenta en “labores de espionaje” durante el primer acto, en lugar de hacerla aparecer de manera brusca e inmotivada en el segundo.
Hay una mezcla de sensualidad de pareja (Erich W. Korngold está ahí proyectándose, qué duda cabe) y de trascendencia política: revuelta por la vida, liderazgo revolucionario… Un toque de Metrópolis (Lang) en escenografía y en la Mensajera; un toque de dictador latinoamericano en el Señor. La lectura política tal vez debería quedar más abierta. Pero sería bueno que, en su andadura, esta puesta en escena de El milagro de Heliane fuera captada para traerla en formato audiovisual a quienes admiran (admiramos) y aman (amamos) esta ópera que tuvo mala fortuna en su origen acaso por cuestiones concretas: leemos cartas de Berg abominando de esta obra, y acaso de lo que abomina es del inescrupuloso doctor Korngold, el padre que a fuerza de proteger la carrera de Erich W. casi la hunde en su mejor momento. Hubiera merecido la pena recoger esta precisa representación, que acaso haya programado la Televisión de Brno (no lo sabemos), porque el Coro y la Orquesta del Teatro Janácek dirigidos por Peter Feranec envolvieron con calor la peripecia dramática y sinfónica incesante de esta historia. Fue una coproducción con el Pfaltzheater Kaiserlautern (Renania-Palatinado) con la Opera de Brno. No perdamos la esperanza de volver a ver esta Heliane en soporte visual.