Jackie y los paladines
Atención a esta foto. Ahora que acabamos de reseñar la ópera Jackie O, de Daugherthy, un montaje italiano de hace dos años, una ópera encargada por Houston allá por 1995, rastreamos por la red esta fotografía de principios de los 60.
En efecto, Jackie parece una gran estrella, y los caballeros que tiene alrededor son o paladines o esos boys de comedia musical y de revista que aguardan en los peldaños inferiores de la escalera que desciende la diva para encenderle a ésta el cigarrillo con boquilla que sostiene en una de sus manos, a veces enguantadas, como las de Gilda. Camelot, lo llamó ella misma.
Se adivina el manojo de tics de Malraux, el que era mano derecha del general De Gaulle, el ministro y también autor de grandes obras narrativas, como La condición humana y La esperanza; o de ensayos de la envergadura de El museo imaginario. Él fue jefe de escuadrilla en la guerra civil, a favor del gobierno legítimo y aquí hizo su película L’Espoir. Fue resistente. Tardío, claro está. Lo contrario, dada la situación de desmoralización y entreguismo de Francia y los franceses, habría sido un suicidio.
En el centro, resplandeciente, Jackie Kennedy, nacida Bouvier. Nada hace pensar que el crimen se apoderará de su intimidad. Vemos esta foto y vemos también a los personajes de la primera temporada de Mad men, una serie de televisión espléndida (“la verdadera ficción dramática se hace hoy día en las mejores series de televisión”, me dice un colega del teatro). En esa serie se evoca el comienzo de la década de los sesenta a través de directivos y empleados de una agencia de publicidad. Al principio, las semanas previas a las elecciones que ganó Kennedy, que perdió Nixon. Y, a continuación, el “reinado” de Jackie: Jackie como modelo, Jackie como orgullo para todos, Jackie moderna y bella y elegante, esposa y madre a la vez. Esos colores, esa sonrisa, esa elegancia tan de entonces (hoy resultaría acaso chillona, quién sabe), ese toque de diseñadores franceses que algunos gringos censuraron por antinacional, tienen su propio brillo, pero el resplandor proviene de quienes la miran: Malraux abre el camino y tal vez tiene otras preocupaciones más inmediatas; Jack mira a Jackie, y sonríe como él sabía hacerlo, esa sonrisa de algunos chicos de allá que te estremece: la sonrisa de Paul Newman, la de Cary Grant, la de Tony Curtis. Jack Kennedy, vestido de etiqueta, es un foco potente que ilumina lo que ya es brillante de por sí: ella.
Poco después, a él lo asesinan. Y asciende a la presidencia ese otro caballero que entrevemos detrás de Jackie, algo perdido en el fondo de la foto: Lyndon B. Johnson, un verdadero progresista al que le tocará lidiar con un toro que le hace pasar a la historia como todo lo contrario. Son los años de Vietnam, no lo olvidemos. En 1968, Johnson no se presenta a la reelección. En 1968 matan al otro hermano de Jack, a Bob. En 1968, Malraux cae con todo el gobierno de De Gaulle en virtud de la gran fiesta de mayo. Con más tics que nunca, Malraux acude a la masiva, inmensa manifestación de apoyo a De Gaulle, que por esos días anduvo huido. No por cobardía, sino acaso porque el salvador de Francia no podía permitirse el lujo de hundirla en la represión sólo porque unos cuantos miles de jóvenes y trabajadores quisieran cambiar el mundo por unos días. En 1968 asciende por la puerta que deja abierta Bob y que no consigue atravesar McCarthy el bueno (Eugene, ¿lo recuerdan?)… ¿quién? Dick Nixon, precisamente. Que, andando el tiempo, también será personaje de una ópera: Nixon en China, de Adams. En fin, en junio de 1968 la fiesta de mayo en Francia da lugar a la asamblea más a la derecha en varias décadas. ¿Resaca?
En 1968, ¡atención…! En 1968 se anuncia el compromiso de Jackie con Aristóteles Onassis. Y se casan en octubre. Han matado a Bob en junio, hay una conspiración o una maldición contra los Kennedy. Hay que huir de ese país agarrotado por la mafia y los servicios secretos incontrolables. Hay que marcharse con un hombre rico que proteja a los niños, y que la proteja a ella. Lo que vendrá luego… Qué importa eso. La contrapartida de la foto es 1968. Lo demás es secuela, menoscabo… dégringolade de lujo.
Qué lejos de todo eso estamos en el momento en que se captó esta foto. Más de opereta que de ópera. Más de musical que de opereta propiamente dicha. A no ser que pensemos que esa instantánea está tomada en un país centroeuropeo imaginario, y que de un momento a otro ella se va a poner a cantar, coreada por los hombres y por las damas que están allí, la dulce canción Vilja, de La viuda alegre.
No, no es ironía. Por lo que sabemos, nunca fue alegre ninguna de las dos viudas, ni Jackie K, ni Jackie O.