Gluck, Orfeo y los hermanos Alagna
No me negarán ustedes que es una hermosura el dosier dedicado a Gluck en el número de marzo de Scherzo. Como complemento, haré hoy una referencia a una singular puesta en escena de Orfeo y Eurídice, en versión francesa, sin instrumentos originales y que en rigor es un arreglo de la obra de Gluck.
El protagonista es Roberto Alagna, y su hermano David es el adaptador y director de escena. Eurídice es Serena Gamberoni. Lo que circula por ahí es en rigor un film, si bien a partir de la puesta en escena del Comunale di Bologna, 2008.
Si esta ópera es un pianto que nos lleva al mundo de ultratumba, esta versión de nuestros descreídos tiempos nos llega de manera morbosa desde un entierro en toda regla en nuestra época hasta una morgue en la que los cadáveres cuelgan de los techos. Pero hay un prólogo, constituido por la danza de las furias (que tiene su origen en el ballet Don Juan), que es la nerviosa y algo ominosa fiesta de bodas de Orfeo y Eurídice… que inmediatamente después se estrellan en un automóvil. Sobrevive Orfeo, o eso parece, y el primer acto es el entierro, con auto fúnebre y todo; y con maestro ceremonias, que será luego el Mensajero, puesto que en esta versión desaparece el Amor, voz femenina, y lo sustituye un barítono de oscura línea; es más, Marc Barrard, el Mensajero, le arrebata un aria a Eurídice, sin duda por voluntad y designio de David Alagna.
Inquieta, desasosiega esta propuesta audiovisual, que prescinde a menudo del color para sumirse en gamas de grises fuertes, que tiende al blanco y negro. No deja indiferente, no provoca nuestro desdén, no nos lleva a quejarnos de nuevo del director de escena entrometido. Hay intromisión, hay un enmendarle la plana a Gluck que nos hace temer, con todo lo que hemos visto en los últimos veinte años, que la cosa pueda salirse de madre y los directores dejen de limitarse a la didascalia para entrar en saco –como desean muchos- en la propia partitura. Aquí sí que cabe el gusto. No me gusta, sí me gusta. Me inquieta esta revisión infernal; o, por el contrario, me deja frío, esta propuesta es gratuita, no sé a qué viene. De acuerdo, caben esas posturas. Pero me temo que la indiferencia no sería real. Esta morbosa propuesta de los Alagna (no desvelamos el final previsto por David, pero pueden imaginárselo) no es, pese a ciertos excesos que rozan la casquería, una propuesta banal, sino una dramaturgia turbadora. Y la pareja protagonista es excelente en voz y en actuación, aunque la presencia de Alagna es aplastante.
Que conste que pese al punto de vista aquí defendido, esta opción ha cosechado algunas críticas feroces. Caramba, ¿qué dirían entonces de unas cuantas propuestas en las que todos pensamos (aunque cada cual tenga sus “tres o cuatro” distintas) y que a menudo se van de rositas?
En fin, he aquí una muestra de la extraña morgue en la que penetra Orfeo-Alagna. Se supone que en busca de Eurídice-Gamberoni: