El cerebro de la música
Las relaciones de la música con el funcionamiento del cerebro han inquietado e los neurólogos en tiempos relativamente recientes. Oliver Sacks trabajó en ella, por su doble condición de neurólogo y músico, y arriesgó que muy diversos centros cerebrales se activan al escuchar música, como si ella estuviera siendo interesada por el conjunto cerebral.
Ahora, especialistas en alzheimer han tratado el tema de la memoria musical en enfermos de tal especie. El centro de la memoria musical parece instalado en el hemisferio que contiene el lóbulo temporal, que se extiende desde la sien hasta la zona posterior del oído. Y así se ha comprobado que los pacientes, cuando pierden la memoria de la cognición y el reconocimiento, inmediatamente vinculada con el lenguaje verbal, conservan, sin embargo, la capacidad de recordar músicas, reproducirlas e identificarlas. La memoria se remonta a tiempos alejados como si el tesoro mnemónico hubiera sido preservado más allá de otras pérdidas.
Para un observador lego, melómano para más datos, la cosa es inquietante. Por un lado, podría vincular la música con el fundamento de nuestra memoria, anterior a la palabra, incluso al nacimiento corporal, a la independencia primaria de nuestra cuerpo respecto de nuestra madre. Y quien dice memoria, dice identidad pues somos lo que recordamos ser. Dicho más escuetamente: somos musicales antes que nada.
En otro sentido, podría irse más lejos y señalar la música como cañamazo de nuestra verbalidad. En efecto, los valores prosódicos, fonéticos, armónicos y en consecuencia melódicos, subsisten en nuestra habla y son los pinitos del canto. De algún modo, somos cantantes antes que hablantes y somos, simplemente y complejamente, músicos al empezar a ser humanos.
No conviene confundirnos. A menudo consideramos que la música es nuestra diversión. Que con ella divergimos, nos desparramos, nos dispersamos. Acaso sea al revés. La concentración de nuestro ser empieza por el sonido musical y la vida verbal será un destino que, por su parte, será una manera de cantar. ¿De cantar a qué, a quién? El enigma sigue en pie, es la tonalidad de nuestra vida.