El arte de Javier Perianes
Hace dos noches, Perianes propuso un recital Mendelssohn-Beethoven donde actuó con un recurso ya muy felizmente ensayado en la dupla Chopin-Debussy: poner en juego estéticas dispares pero secretamente afines, de modo que se puedan oír obras de dos maestros, pegadas como si surgieran de una misma partitura. Perianes juega, entonces, como un conjurador, alguien que conoce el oculto signo de pase que liga a un ejemplo de experimentalismo —el Beethoven del opus 110, por ejemplo— con ese paradigma de la contención neoclásica que morigera una sensibilidad romántica, es decir Mendelssohn.
Lo que el pianista andaluz “descubre” es, justamente, cómo desde caminos opuestos, Beethoven y Mendelssohn llegan a un espacio de conciliación entre arrebato y forma. Y lo hace con un procedimiento tan sencillo que remite a los grandes maestros de la interpretación musical: escuchar la partitura, desbrozando con suprema nitidez sus voces. Perianes toca como si llevara un coro de bolsillo a desplegar en el piano, ese ataúd de silencios y cárcel de arpas.
En efecto, sin ningún ademán de brazos, tal si el impulso naciera suavemente en el pulso y ocupase la mano, Javier parece no golpear la cuerda a partir de la tecla —lo que positivamente ocurre en un piano— sino apenas acariciar el marfil y el ébano, de modo que el instrumento juega a ser un niño dormido que despierta por medio de aquel conjuro antes citado.
Perianes, más que tocar el piano, semeja escucharlo. Al agradecer los aplausos, con su mirada de socarrona concentración andaluza, nos está diciendo: “Os equivocáis. Él es quien ha sonado, no yo”. Y, al volverse, le dice al compañero: “Hoy te has portado bien. Me has gustado de veras. A ver la próxima.” Por todo esto, juzgo a este artista como especialmente eficaz para ser oído por un escritor. En efecto, cuando escribimos realmente como Dios manda, escuchamos a las palabras, confiamos en que tienen algo que decirnos. Es cuando envidiamos al músico que puede hacer lo mismo pero con unos signos que, al no tener que explicitarse, lo dicen todo del todo y para siempre. Si lo sabrán pianistas como Javier Perianes.