Eileen Joyce (1912-1991)
El centenario de esta pianista australiana parece estar pasando con la levedad de su legendario y vertiginoso toque de la mano derecha. Personalmente, me trajo remotos recuerdos de la radio y el disco de 78 r.p.m. pues el legado discográfico de Eileen semeja estar circunscrito a piezas breves, a propinas, de esas que servían -y aún sirven– para llenar los huecos de continuidad en las emisiones radiofónicas.
Joyce fue precoz y así lo entendió sus familia, que la envió de la Tasmania nativa a Leipzig. Se sabe que, además, asistió a clases magistrales de Arthur Schnabel. Sus programas, desde luego, no consistían sólo de miniaturas pues hizo conocer a compositores contemporáneos suyos en obras de gran formato: Barber, Ireland, Shostakovich, Prokofiev. Añádase a esto su colaboración en el renacimiento del clave, con actuaciones que reunían a tres o cuatro teclados: el suyo con los de Malcolm, Dart y Vaughan. Su bella presencia le permitió cundir en fotografías y hasta alguna película. Un día, harta de no poder llevar una vida privada suficientemente vulgar, abandonó las salas. Sus últimos cuarenta años la vieron tocar el piano sólo en contadas reuniones amistosas.
No es gratuito su amor al viejo clavicordio. La velocidad de su digitación diestra raya lo inverosímil, fuera en el volumen que fuere. Así parecía llevar al piano la sutileza aérea y cristalina de su antepasado. Todo el pianismo de Joyce fue alado y recogido, de un lirismo tenue y elegante (¿británico?), ajeno al sinfonismo y al histrionismo de la tradición romántica. Devolvió al instrumento su carácter familiar dieciochesco.
Debemos a Bryce Morrison la actualización y masterización de los discos grabados por Joyce en las décadas de 1930 y 1940, donde se reúnen nombres mayores, de Bach a Rachmaninov con otros inusuales: el finés Selim Palmgren, el inglés Cyril Scott, el holandés Stefan Bergman y hasta un curioso homenaje de Walter Gieseking a Richard Strauss, la transcripción pianística de su Serenata. Podemos volver a este mundo entre neorromántico por su inspiración y neoclásico por su elocución, gracias al CD de la serie Testament SBT 1174.