Danzad, malditos
Hoy me van a permitir que no me refiera a música o a libros, sino a baile. A danza. Miren esa imagen, esos dos seres que bailan. Digo “seres”, no dama y caballero. Esa danza no es indecente. Pero la indecencia de sus protagonistas ha pasado a la historia. Esa danza no es maldita, pero la maldición de lo que encierra ha pasado al presente. Ahí empezó todo, dirían algunos. No, no es así. La cosa había empezado antes. Desde mucho antes, el siglo nuestro y el anterior –el XX y el XIX, para aclararnos- habían permitido la expansión de un lenguaje cada vez más ocultador de la realidad. El eufemismo al servicio de la política de exterminio, por ejemplo. Desde Karl Kraus hasta Wittgenstein -esto es, desde Viena- se advirtió el fenómeno muy pronto.
No es sorprendente que en esos dos siniestros personajes que bailan se personifique el gran cambio de un concepto, de una idea respetable, el liberalismo. Liberal, en Estados Unidos, quiere decir radical de izquierda. Liberal, en su sentido originario, es partidario de las libertades y la igualdad ante la ley frente al sistema de privilegios y de ausencia de garantías del antiguo régimen. Hoy, liberal y, sobre todo, neoliberal, quiere decir el que defiende la libertad de mercado, y no otras. Pero luego resulta que ni siquiera defiende esa libertad de mercado, sino el oligopolio de lo que Stiglitz ha llamado el “capitalismo de amiguetes” (crony capitalism, esto es, de compinches; una frase de Stiglitz: “Recortes es eso que quieren los mercados majaderos que nos metieron en los problemas que tenemos ahora”).
¿Es liberal el político que se reclama como tal y que se beneficia de plusvalías inducidas por un gobierno amigo? No, ¿verdad? Y sin embargo, ahí lo tienen. Son liberales. Como los energúmenos de la radio, que contemplan victoriosos el desmantelamiento de lo que, en rigor, nunca fue entre nosotros del todo un “estado de bienestar”. No me importa que miren, también victoriosos, escritos como éste. Eso no les otorga decencia ni a ellos ni a los de la foto. Hemos perdido, sí. Pero vuestra victoria os va a hacer daño, ya lo veréis.
De esos dos indignos bailarines ni siquiera podemos decir que han sido de los que más daño han hecho a la humanidad. No son Hitler y Stalin bailando. Han hecho daño, y su daño sigue vigente. Ahí empezó todo, en otro sentido: ahí empezó lo que ahora sufrimos. Se basa en una superstición de increíble arraigo, que ellos han logrado hacer evidencia. Se basa en un movimiento antisistema muy importante: en Estados Unidos, país de la libertad, siempre hubo en germen elementos antisistema muy dañinos, de tal manera que los defensores de la América de las libertades a menudo son considerados liberales, esto es, radicales de izquierda, rojos peligrosos, ya vimos. Como Adlai Stevenson, ah, qué tiempos. El antisistema ha tenido como presidente durante ocho años a un auténtico enemigo de las libertades y de la libre empresa que no fuera la empresa de sus socios y allegados. Su antecedente es ese hombre de la foto, alto, si bien cortito, que también fue presidente durante ocho años, con gran popularidad. Ambos tenían algo a su favor: eran incultos, cortos, escasos. Al Gore tuvo que disimular lo enorme de su curriculum y de su inteligencia. En Estados Unidos se vota a veces por un hombre decente –Carter, Obama-, pero no se le renueva el mandato. Se lavan la cara, y a seguir por donde solían. Siempre es bonito regresar a lo verdaderamente nuestro. En cuanto a ella, hizo pareja perfecta con él, como trata de demostrar la segunda imagen que les ofrecemos. Juntos organizaron la gran reacción. No sólo derechista, sino también antieuropea. Thatcher colocó a Gran Bretaña en la Europa unida sólo para torpedearla. Sólo.
Ahora bien, para que haya en el mundo Reagan, Thatcher o, pongamos, Berlusconis, hace falta que en el otro lado la gente se desmovilice, como quien se echa a descansar tras una fiesta. ¿O acaso no vinieron todos ésos después de la gran fiesta de los sindicatos en Gran Bretaña, los hippies y las movidas en los campos universitarios de parte de Estados Unidos? No amenaces ni hieras a quien no puedas matar. Así que, después de la fiesta viene la calma. La reacción. La subterránea asociación en la que el gamberrismo político, lo quiera o no, sirve al cinismo político. Reagan,Thatcher… y algunos más. La reacción ya no es lo que era. Después del revolucionario mayo de 1968 en Francia llegaron las elecciones de junio… y la derecha obtuvo la mayoría más importante de su historia.
Pero, la verdad: me apresuro a pedir disculpas y perdón a la memoria del General De Gaulle por compararlo con ciertos miserables. Ya quisieran.
Danzad, malditos. Vuestro baile no se ha detenido, pese al fracaso permanente de vuestras coreografías. Os queda la palabra, interminable, y las banderas victoriosas. Il resto –como Figaro- non lo dico.