Cuadros disolventes (III)
Hemos quedado en que Cuadros disolventes, apropósito cómico-lírico-fantástico-inverosímil en un acto y cinco cuadros, música de Manuel y libreto de Perrín y Palacios, no debe su nombre a lo que hoy, y desde hace acaso medio siglo, si no más, consideramos como disolvente. No busquen política, no busquen moral en el título. El título es inocente, al menos el título. Ya veremos. Recordemos, de momento, que esta revista se estrenó en el Teatro Príncipe Alfonso de Madrid la noche del 3 de junio de 1896.
En su primer cuadro aparecen personajes como El buen gusto, La novedad y, desde luego, el bueno del empresario. En el segundo, hay incluso una zarzuela personificada, El tambor de granaderos, y otra glosada, La verbena de la Paloma. Y aparece la Revista, así, con mayúscula, como género, defendiéndose, reivindicándose: “Yo soy la Revista / que gloria alcancé:/ conmigo el negocio / marchaba muy bien”. Se dolía de que se la apartaba, sin duda en momento de auge del género chico, del teatro por horas. Todavía no se había producido –tardará, necesitará otros injertos- el cambiazo, más que evolución, hacia la revista que florecerá en los tiempos de Celia Gámez (una próxima bitácora nos acercará a esta dama).
No habría que perderse la escena quinta del cuadro tercero, en el que un “Sportman”, un soldado y un chulo (“tipo madrileño de los barrios bajos”, esclarece la didascalia) refieren sus hazañas y preferencias en cuanto al “sexo débil”. Habría que oír las risotadas de las recomendaciones del chulo, un auténtico maltratador: “¿Que no viene? Dos patás /. ¿Que viene? Se la dan tres / pa enseñarla. ¿Pide guita / pa vestir y pa comer?… / Dos tortas. ¿Que no la pide / porque le mantiene a él, / y le da para tabaco, pa copas y pa café?… Pues na: de agradecimiento / cuatro palizas al mes, / pa recordarle que tiene / el dulcísimo deber / de pagar la susistencia / de uno que la quiere bien”.
Ahora bien, a continuación viene el cuadro de los guardias civiles, los húsares, los cazadores y los guardias reales. Y se advierte que todos estos personajes están interpretados por mujeres. Muy típico del género y de la época: recuerden los marineritos de La Gran Vía, interpretados por jóvenes coristas que causaban la admiración o el entusiasmo de públicos masculinos de toda edad. O los militaritos de Las corsarias (1919), del maestro Francisco Alonso: “Banderita tú eres roja…”. El personaje del Mago recita, creemos que no con ironía en esos dramáticos momentos de guerras ultramarinas: “El ejército español / que nunca vencido fue”. La cosa tiene su pequeño apoteosis en el pasodoble cantado por el conjunto: “Valientes españoles / terribles en la lid / que saben por la patria / vencer hasta morir / Gloriosa su bandera / vencida nunca fue / y asombro de la historia / fue siempre su altivez / Tararí, TararáTararí (sic)”.
Y poco después llega un número que es una bomba para el momento: los cuplés de Gedeón.
Como adelanto, ahí va una portada de la revista Gedeón, que dio nombre al personaje de Cuadros disolventes. Estamos en plena guerra colonial, y la portada muestra al español con muchos, muchísimo huevos; y al tío Sam con bolsas de dinero. “Te enseña cada cual lo que tiene”, se comenta abajo, con gran sutileza. Mientras, los españoles pobres morían como moscas en Cuba, Puerto Rico, Filipinas… y en altamar. Los que iban a aplaudir a Gedeón al Príncipe Alfonso no tenían por qué preocuparse.