Contratenores: un paso más hacia la normalización absoluta

Hasta hace solo unos años —no muchos— los contratenores seguían siendo considerados por una gran mayoría de los aficionados a la música clásica como ‘bichos raros’. Poco a poco, la voz de contratenor fue ganando en credibilidad. Primero, en el terreno que siempre se ha dado por sentado que era el suyo propio, es decir, la música antigua (asumiendo, sobre todo en el repertorio del Barroco, los papeles que originalmente fueron destinados a castrati y que hasta bien entrados los años 80 del pasado siglo venían siendo acaparados por sopranos y mezzosopranos). Pero luego, los contratenores también empezaron a tener presencia en otros repertorios, como el de la música contemporánea (no pocos autores de nuestros días han compuesto obras ex profeso para ellos; de hecho, ya lo hizo en 1967 Benjamin Britten cuando escribió para James Bowman el rol de Oberon en El sueño de una noche de verano). En la actualidad, por suerte, ya a casi nadie le sorprende que un contratenor cante óperas de Rossini o lieder de Schubert.
No obstante ello, había que normalidar a los contratenores no solo en los escenarios, sino también en las aulas. Son muy pocos los contratenores que ejercen o que han ejercido de profesores en conservatorios. Y si alguna vez ha habido uno, ha sido para enseñar a otros contratenores o aspirantes a contratenores. La excepción estaba, como siempre, en Basilea, en la Schola Cantorum Basiliensis, donde René Jacobs —hoy, dedicado por completo a la dirección orquestal— enseñaba a todo tipo de voces. Ahí estuvo largo tiempo, hasta que le sucedió en el puesto el aclamado Andreas Scholl. Sin embargo, desde hace años ningún contratenor impartía clases en la SCB. Sí lo hacían Pascal Bertin y Tim Braithwaite en el Conservatorio de La Haya y Kai Wessel, en el de Colonia.
La pasada semana un joven contratenor (que, al contrario de todos los casos antes citados, no es ni del centro ni del norte de Europa, sino del sur) ha sido nombrado por la Schola Cantorum Basiliensis coach de canto —puesto de nueva creación— y correpetidor, llenando así un vacío contratenoril en esta institución docente que ya duraba demasiados años. Se trata de Flavio Ferri-Benedetti, italiano de cuna (nació en Scandiano, en 1983), pero crecido en España (se trasladó con su familia a la localidad castellonense de Villarreal cuando tenía solo once años) y formado musicalmente en Suiza (es, claro, otro producto de la propia SCB). Desde el pasado año, Ferri-Benedetti daba clases de canto histórico en el Conservatorio de Zúrich.
Ferri-Benedetti ha desarrollado una interesantísima carrera como cantante, colaborando con algunas de las formaciones punteras de toda Europa (en España, por desgracia, canta bastante menos de lo que él querría y, menos aún, de lo que nos gustaría a algunos) y tiene tras sí un notable bagaje discográfico. Cantar es su pasión, pero también lo es enseñar. A veces no basta con ser un buen cantante (por extensión: con ser un buen músico) para ser un buen profesor. Pero es evidente que en Ferri-Benedetti se dan las dos circunstancias, como así lo ha entendido la Schola Cantorum Basiliensis, el mayor vivero de intérpretes de música antigua de nuestros días.