Conservatorios en llamas
En mis tiempos mozos, en aquellos duros años de la Transición, cuando los que empezábamos en el periodismo soñábamos con convertir este oficio en algo serio y respetable, una frase mordaz hizo fortuna en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense para saber cuál era el camino que no tendríamos nunca que seguir: “No dejes que la realidad te estropee una buena noticia”. Hoy, cuarenta años después, da pena —y miedo— comprobar que lo que antes era una simple ironía se ha convertido en la pauta que rige el trabajo de la mayoría de los periodistas españoles, incluso en medios de comunicación que antes se jactaban de ser los adalides del rigor y la verdad. El amarillismo está por doquier e incluso ha llegado, para quedarse, a una parcela hasta la fecha poco dada al chafarderismo: la música clásica.
Viene todo esto a cuento del tratamiento que se le está dando en varios medios de comunicación (alguno de ellos, ya digo, todavía con cierta vitola heráldica dentro del periodismo nacional) a dos polémicas oposiciones que se han celebrado en las últimas semanas en los conservatorios de Madrid y Salamanca. Rumores y cotilleos proliferan a la velocidad del rayo —gracias a ese diabólico vehículo llamado Internet—, sin que quienes firman las informaciones se hayan molestado en consultar fuentes ni en contrastar datos.
CASO 1: MADRID
Después de treinta años, se convocan por primera vez oposiciones en el Conservatorio para cubrir dos plazas de violín, una de viola, otra de violonchelo y otra de contrabajo. Se presentan trece aspirantes; seis de ellos, a la cátedra de violonchelo, que es, según se constata, la madre del cordero, pues desde el primer momento salta a la vista que dos de los miembros del tribunal están intentando enchufar a uno de los opositores sin el más mínimo rubor. Refirámonos al presunto enchufado como “virtuoso”, porque así es como lo ha denominado ese linajudo periódico que ha entrado en esta polémica como un caballo en una cacharrería y dando palos de ciego por todas partes.
El proceso está plagado de irregularidades. Con las pruebas ya comenzadas, se confirma que uno de los cinco miembros seleccionados para formar parte del tribunal no reúne todos los requisitos exigidos. Se subsana el despropósito descartando a ese miembro no cualificado. Por ello, en lugar de ser cinco, son finalmente cuatro. Borrón y cuenta nueva.
Con el proceso ya en marcha, surge la primera irregularidad: los dos miembros ‘enchufadores’ se encargan de fijar los criterios de evaluación que debe seguir el tribunal. Los otros dos miembros protestan por no poder participar en la elaboración de esos criterios, pero no se les hace ni caso. La chapuza es de tal magnitud que entre los indicadores de evaluación para la prueba práctica de violonchelo se incluye… ¡“el empleo adecuado de los pedales”! Madrid es una ciudad prodigiosa, pero entre las virtudes que atesora para merecer tal calificativo se desconocía que estuviera la de poseer violonchelos que funcionan con pedales.
Segunda irregularidad: al candidato que esos dos miembros pretenden enchufar (es decir, al “virtuoso”), el presidente y el secretario del tribunal le aceptan un máster no oficial como mérito acreditativo de la capacidad de investigación, para así poder sumar más puntos en el baremo de los que realmente tiene. Las protestas de los dos vocales sirven para que se rechace ese máster no oficial.
Tercera irregularidad: se altera el orden de actuación en la prueba práctica, que viene determinado por sorteo, porque el pianista acompañante del “virtuoso” (que es compañero suyo en una afamada institución docente madrileña) no puede tocar más que en un determinado horario, en perjuicio de otro opositor que se vio obligado a tocar en una horario que no era el anunciado en el acta.
Dado el cúmulo de irregularidades, los dos miembros imparciales del tribunal deciden denunciar ante el director general de la Consejería de Educación e Innovación de Madrid el aquelarre que se está viviendo en el Conservatorio, al tiempo que presentan su irrevocable dimisión como miembros del tribunal.
Conclusión: las oposiciones se han anulado y han de repetirse en septiembre. Algún opositor ha puesto ya en manos de su abogado el caso. Tiene pinta de que el turbulento asunto acabará en el juzgado y de que, si prospera la demanda, alguno de los miembros del tribunal puede ser inhabilitado para desempeñar función pública por un delito de prevaricación.
CASO 2: SALAMANCA
Se convocan oposiciones a la cátedra de órgano del Conservatorio Superior de Música de Castilla y León, por jubilación de su titular, Luis Dalda, que ha ocupado el cargo durante dos decenios. Se presentan tres opositores, entre ellos, un insigne organista de larga y reconocida trayectoria tanto en España como en el extranjero. Ninguno de los tres opositores es capaz de superar la primera prueba, la teórica. Sorprende lo del insigne organista: necesita tan solo una nota de 0,75 puntos sobre 3 para no quedar excluido del proceso a las primeras de cambio, pero la que obtiene se queda en 0,66.
El insigne organista denuncia el ‘atropello’ que ha sufrido en las redes sociales. Un medio de comunicación digital salmantino (ahora proliferan los medios de comunicación digitales: hay casi tantos medios de comunicación digitales como ciudadanos tiene el mundo) se hace eco de la denuncia y proclama solemnemente que “algo huele a podrido en Salamanca”.
A los miembros del tribunal les caen los palos por todos los lados: “El mérito no se premia. Se premia el robar, el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”. La frase es de Valle-Inclán, pero se la apropia el autor de la información aparecida en el diario digital salmantino para tachar sin ambages de corruptos a los miembros del tribunal. Las redes sociales se incendian, hasta tal punto que el insigne organista suspendido tiene que pedir que se retiren de su muro de Facebook los mensajes insultantes que se han ido lanzando contra los miembros del tribunal, pues empieza a haber ya argumentos más que suficientes para que alguien se anime a presentar ante el juzgado de guardia una querella por calumnias y difamación.
¿Qué ha pasado en Salamanca? ¿Es que una de las mayores eminencias en órgano que hay hoy en día en el mundo entero no está capacitada para superar una oposición? ¿Es que los cinco miembros del tribunal son realmente unos corruptos y se la tienen jurada al insigne organista (a él y los otros dos opositores, que también han suspendido)? No, la cosa es mucho más sencilla: el insigne organista se ha equivocado de tema. Le han pedido —es un ejemplo ficticio, claro— que desarrolle cómo funcionan las ruedas de un vehículo de motor y él ha hecho una magnífica exposición —insuperable, si se quiere— de cómo funciona el limpiaparabrisas. Pero no era eso lo que le habían pedido.
No hay animosidad ninguna contra él: las tres pruebas teórica (ya digo: ninguna de ellas superada) van lacradas en sobre e identificadas con un código secreto. La corrección de los exámenes se hace a ciegas, sin que los miembros del tribunal sepan a quien corresponde cada una de ellas.
Dos de los opositores exigen al tribunal que justifique su evaluación. Lo hace: en sus informes (de diez páginas cada uno) se detallan, punto por punto, los fallos cometidos por opositores, que en algunos casos son errores groseros. Los informes resultan irrebatibles. El otro opositor suspendido, o sea, el insigne organista, ni siquiera se ha molestado en pedir la revisión. Tampoco se ha disculpado por sus injustificados y desaforados ataques en las redes sociales al tribunal.
(seguiremos informando)