Chirbes y Avello
Dos grandes novelistas españoles han desaparecido en lo que va de año. La muerte de Rafael Chirbes el 15 de agosto ha tenido mucha repercusión, y eso no ha de extrañar a quien conozca alguna de sus obras. No ocurrió lo mismo con la noticia de la muerte de José Avello, que falleció a finales del invierno. A Rafa Chirbes lo conoce mucha gente, mucha gente ha leído sus libros, o sabía de su existencia. Lo de Avello era distinto. Lo conocían pocos. Había escrito dos novelas, amplias, polifónicas, La subersión de Bety García y Jugadores de billar. Dos de las mejores novelas españolas de las últimas décadas. Lo mismo que sucedía con las de Chirbes. El nivel de excelencia es más o menos el mismo, y sus mundos no estaban tan alejados, no crean; después de todo, pertenecían a la misma generación, con seis años de diferencia (Avello, 1943; Chirbes, 1949).
Sin embargo, son dos casos distintos. Diríamos: dos modelos distintos para estudiar.
Chirbes empezó más joven, o al menos dio a conocer una primera novela prometedora a una edad muy propia para empezar. Y encontró un editor que confió en él. Desde entonces, la relación entre Chirbes y Jorge Herralde fue de respeto y fidelidad mutuos. Anagrama ha publicado toda la obra de Chirbes. No sabemos si Chirbes tuvo ese tipo de llamadas con cheque tentador que reciben algunos escritores para que abandonen el sello en el que han crecido; pero si fue así, Chirbes no atendió las llamadas, y esa actitud habría sido muy propio de su entereza moral. En fin, Chirbes y Herralde tenían esa relación que nos gusta tener con nuestro editor a todos los que escribimos.
Pero… ¿y cuándo nadie nos quiere? Como –se diría- le pasó a Avello. Ay.
Las dos espléndidas novelas de Avello fueron acogidas por dos editoriales no sin cierta molestia, no sin hacer notar lo inoportunas que le resultaban. Desapego, incomprensión, hostilidad incluso. Y se trata de dos obras maestras, algo que no ha habido que esperar a ver con perspectiva, era evidente ya cuando se publicaron. En 2003 apareció Jugadores de billar, era el año en que Avello cumplía sesenta. Se le concedió más tarde el Premio Villa de Madrid, no sin que incluso en ese foro algunos intentaran seguir ninguneándolo. Esta vez, sin
éxito. Sólo que para eso están los medios, para ignorar el premio que le dan a uno que no es de los nuestros.
Entre paréntesis, algo que ya dije alguna vez en otra parte:
Ningunear: tratarte como si no existieras; silencio, mejor que mala crítica. Vale para lo literario y para cualquier otro sector.
Algunear: tratarte como si existieras; bombo, más que buena crítica; entrevistas… Eres de los nuestros.
Apenas conocí a Chirbes, con quien recuerdo dos tardes con copas, a solas, lejos de aquí; pero sí conocí a Avello, cuando aún no había publicado su primera novela. Lo conocimos gracias a su esposa, Milagros, compañera mía en el trabajo. Nos sedujo a todos muy pronto por su sabiduría y su manera de explayarla, con gracia y sin pedantería de ningún tipo. Daban ganas de tomar apuntes (como me había sucedido años antes con Eduardo Haro Ibars). Supimos que terminaba una novela, que la revisaba. Era Bety. Pensábamos: Pepe es guapo; Pepe es sabio; Pepe es seductor… ¿Encima va a ser buen novelista? Venga ya, imposible. Por entonces todavía no se había disparado el número de novelistas por kilómetro cuadrado, aunque “ya se apuntaban tendencias”.
Y en una de ésas, le concedieron el accésit de un premio para no darle el premio en sí, porque ya sabemos lo que pasa. Ya lo dijo un importante empresario de la edición a propósito de un premio de novela patrocinado por él: “No hay que creer en los Reyes Magos”. El mismo empresario que apalabraba hasta los accésit. El mismo empresario que tuvo cerradas las bocas de tantos y tantos periodistas; todos aspiraban a alzarse algún día siquiera con un accésit. El empresario ya no vive, mas persiste el modelo: mucho ojo, colega.
Quiero recordar a ambos escritores a los que admiraba como tales y como personas. A Chirbes se le leía; no eran sus novelas unos best sellers, aunque las últimas tuvieron mucha repercusión. A Avello, en cambio, hay que buscarlo en Iberlibro. Y creo que nunca podré comprender como dos obras maestras, amplias y ricas, como esas dos novelas, no son conocidas por un público siquiera minoritario. Algo huele a podrido en el mundo de las letras.
Por si no me creen, ahí les aporto un par de enlaces, sobre Rafael y sobre Pepe, con escritos de gente más respetable que el que esto firma.
P.D. Más de dos meses sin entrada en este blog. Acaso haya alguien que no se lo explique y lo atribuya a negligencia de redactor o de mantenedores de página. Lo intentaremos explicar pronto, y van a ver que no es complicado.
Antonio Muñoz Molina: http://elpais.com/diario/1996/10/09/cultura/844812012_850215.html
Miguel Munarriz: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/17/actualidad/1424213976_450805.html