Cherniakov rectifica El príncipe Igor
En el número de Scherzo de febrero, el 304, que algunos de ustedes ya tendrán en sus manos, incluyo una reseña sobre la muy renovadora versión de El príncipe Igor a cargo de Dmitri Cherniakov (DVD de Deutsche Grammophon, Metropolitan, 2014). Los cambios con respecto a la versión habitual (que no original, hay que insistir en esto) son considerables y decisivos.
Decimos allí con otras palabras que el punto de vista de Igor, culpable de llevar al desastre a su ejército y a su país, a su familia y a sus deudos, es la subjetividad desde la que se contemple toda la acción. Esto no es una novedad en una puesta en escena; la novedad es la auténtica genialidad con que Cherniakov lleva a cabo eso que empieza a ser lugar común: esto es un ensueño, esto es un sueño, esto es insania o deformación subjetiva, etc. Cherniakov se vale de una ópera inconclusa (muy inconclusa, por decirlo así) a la que Rimski y Glazunov dieron una forma y una secuencia, una obra que completaron a su manera. Prometo en ese artículo que en esta bitácora se ampliarían detalles. Pasamos a continuación a relacionar las diferencias entre la versión tradicional (que, por cierto, nunca es exactamente la misma) y la adoptada por Cherniakov.
En primer lugar, se suprime la obertura de Glazunov, ajena por completo a Borodin.
El primero de los actos polovsianos, el de las célebres danzas, sigue al Prólogo, no al acto I.
El Acto II es lo que era en muchas versiones el acto I, el de la ciudad gobernada por Iaroslavna en ausencia de Igor. Además, se cambia el orden de las tres situaciones que componen el acto. Así, el acto comienza con el primer lamento de Iaroslavna, a la que acuden las muchachas para reclamar protección ante los abusos de Galitsi; a lo cual sigue la escena de la juerga o bien orgía de Galitsi y sus seguidores.
Se añade una escena de golpe de estado por parte de Galitsi, que muere en el intento, algo que no aparece en las versiones habituales. La desaparición de Galitsi tiene lógica con respecto a la tradición, porque este personaje no volvía a aparecer, ni rendía cuentas ni para defender su poder adquirido ilegítimamente, apartado pero no ajusticiado o asesinado por los boyardos y el pueblo, fieles al ausente Igor.
Se suprime el acto III, el segundo de los actos polovsianos, salvo dos números, que pasan al ahora tercero y último: el trío en que Konchakovna trata de impedir que Vladimír Igorievich huya, y que aquí es una alucinación del destrozado Igor que regresa a su ciudad (es decir, aquí imagina aún que su hijo no ha muerto y que se enamora de él la hija del enemigo ); y el monólogo desesperado de Igor, que adquiere una dimensión autocrítica mayor por parte del personaje. No hay gran dúo entre Igor y Iaroslavna, colocado en las versiones tradicionales como bienvenida a la ciudad del héroe vencido. Los personajes de los dos payasos oportunistas tienen que cambiar la ubicación y la amplitud de sus intervenciones.
Cherniakov impone el añadido de El Don fluye, pieza de Borodin, para cerrar la ópera, con lo que no sólo se rompe con cierta tradición de ingenua simetría, la de colocar el coro optimista del comienzo también al final (calificado a menudo de absurdo, con razón), sino que al coro de bienvenida y alabanza del príncipe que retorna se lo difumina y relativiza con un ballet o una pantomima de “reconstrucción” del país devastado, con Igor como primer entusiasta maestro de obras.
Ya nos referimos a cómo Cherniakov suele darle la vuelta o reutiliza las danzas que imponía la dirección de los Teatros Imperiales (como en la Opera de París, no lo olvidemos). En Jovanchina es absurdo que el príncipe Jovanchi se vaya a casa a ver bailar a sus esclavas persas mientras ahorcan a sus partidarios, los streltsi; es una situación que no se sostiene. Cherniakov la resolvía con auténtica maestría: angustia, subjetividad, agobio, en lugar de la sensualidad de las esclavas en un momento en el que se precipita la catástrofe.
Las danzas polovsianas de El principe Igor dan siempre impresión de frivolidad. ¿No acaban de perder la batalla, y en consecuencia Igor tiene que llorar a muchos de sus fieles? ¿Es verosímil la propuesta de alianza del jan Konchak? Los “coros y danzas” polovsianos dan la sensación de una especie de “demostración sindical” de la sección femenina del janato cumano. Que el aquí único acto polovsiano y lo que queda del segundo sean parte de la pesadilla de Igor (que no sueño) es de una lógica aplastante; pero hay que resolverla teatral y líricamente, y ahí está el acierto de Cherniakov y su equipo. La batalla ha sido un desastre, ha caído incluso Vladimir Igorievich. Se lo habían advertido (en el prólogo). En la versión Rimski Igor regresa para repetir la desastrosa hazaña: solución imperialista. En la versión Cherniakov, Igor tiene una pesadilla, acaricia sueños, regresa derrotado y autocrítico: solución anti-imperialista.