Chéreau frente a Wagner
Patrice Chéreau ha hecho la crónica de sus trabajos para la tetralogía wagneriana en Bayreuth, entre 1976 y 1980, con la dirección musical de Pierre Boulez (Cuando hayan pasado cinco años, traducción de Susana Cantero, Alba, Barcelona). Admite que encaró la obra sin saber apenas nada de música, confiando en Boulez,y con una doctrina sociológica acerca del tema: los gigantes reclaman su salario, la propiedad como robo, Wagner en las barricadas de 1848 y su amistad con Bakunin, etc.
Luego se encontró con la gigantesca y compleja construcción teatral. Sin perder su admiración por el músico, Chéreau enumera también sus grandes fallos como dramaturgo, sobre todo porque Wagner es un narrador indeciso, que alarga las resoluciones y luego las sustituye con circunloquios y marrullerías (sic). Además, sus símbolos resultan contraproducentes. La espada de Wotan sólo sirve para crear refriegas y homicidios, pues está fundada, como el anillo, en perjurios y traiciones. Sigfrido, el héroe cuya tarea es liberar a la humanidad, tiene la ingenuidad de un niño y, dada su edad, parece el tonto del pueblo. No libera a nadie y resulta ser un error de reparto.
Wagner era aun hombre del siglo XIX, un romántico exacerbado, enfático y pesimista a la vez, que mezclaba un afán de recuperar el origen, sumergirse en lo pristino y primitivo, con recursos del más ingenuo teatro de efecto escénico, muy cercano a su detestado y envidiado Meyerbeer.
El mayor escollo que encuentra Chéreau es, evidentemente, la contradicción entre el proyecto épico y el hecho de que la acción de la tetralogía, salvo el coro de los guibichungos en El ocaso de los dioses, es intimista. Sus personajes viven encerrados en espacios sin exterioridad y así la epopeya se juega como una comedia introspectiva, donde están ausentes las masas que pueblan el universo tantas veces aludido en la letra y proclamado por
la grandiosidad de la orquesta.
¿Una clave para entender lo dificultoso de toda puesta wagneriana que no admita ese candor teatral del arrogante geniecillo de Bayreuth?
Blas Matamoro