Centro Schoenberg: si va usted a Viena…
Viena tiene fama de haber desdeñado siempre a los grandes hombres (y mujeres, claro) que ha dado el país. Puede que sea una fama merecida, pero otras capitales la comparten. Madrid es una de ellas. Lo de Valle-Inclán clama al cielo. Ahora hay algún que otro Valle por ahí (los socarrones ríen cuando se les invoca talentos que desconocen), pero la confusión es hoy mucho mayor que hace un siglo.
Hace un siglo, precisamente, moría Mahler y Schoenberg se marchaba de Viena, la Viena dominada por el partido social-cristiano. Un año antes había muerto Karl Lueger, “el bello Karl”, alcalde de Viena, social-cristiano, y antisemita como tal, lo que no le impedía tratar de negocios con judíos. “Soy yo quien dice quién es judío”, clamaba Lueger, lo que indica que los tipos cínicos son menos peligrosos que los tipos puros. Lueger y su partido sirvieron de ejemplo a Hitler en muchas cosas. Lueger y su partido envenenaron la vida de Viena un poquito más, para regocijo de la muchachada nibelunga y disgusto en muchas casas de la Leopoldstadt. Así que gente como Mahler y Schoenberg sobraban allí. Mahler ya se había ido hacía tiempo. Y Schoenberg se marchó a Berlín. El bueno de Alban Berg se quedaba sin “parientes”, pero se casaba con Helen Nahowski.
Podemos visitar un Centro Schoenberg en Viena. No muy lejos del monumento a Lueger que las guías turísticas te enseñan con delectación, creyendo que engañan a los que van de vacaciones, pero éstos se olvidan del nombre en cuanto han pasado ese trocito de la Ringstrasse. Sí, parece que tuvieron un alcalde muy popular, todo el mundo lo quería, o eso decía esa señora. Por gente como ese bello Karl se tuvo que marchar Schoenberg, cuya obra y cuya vida han hecho más por Viena que todos los chicos de ese partido juntos. Pero era tan ingenuo Schoenberg que durante la guerra tuvo ataques patrióticos, y en un momento pensó en pangermánico, cuando inventó el serialismo para instalar en la serie dodecafónica la victoria del total cromático: esto dará al área alemana una ventaja de siglos. El Reich musical de los mil años, madre mía. No pasó mucho tiempo para que comprendiera la verdadera naturaleza del antisemitismo posterior a la primera guerra: no admitimos a judíos asimilados, no basta con integrarse para ser alemán. A partir de ahí aplicó el cuento.
El Centro Schoenberg de Viena es una pequeña maravilla llena de objetos cotidianos del compositor, con la reconstrucción de residencias suyas como la de Hollywood (véase foto), de fotografías con amigos y discípulos, con un pequeño recinto con fragmentos audiovisuales de Moisés y Arón y otras obras maestras de este compositor enorme. Pueden visitarlo en el Palacio Fanto, nombre de magnate que tiene muchas resonancias; algunas de las menos agradables aparecen dispersas en Los últimos días de la humanidad (inmensa pieza teatral de Karl Kraus). Este palacio está al fondo de la Schwarzenbergplatz, en el número 6, junto al monumento al soldado soviético y cerca del Belvedere. Se entra por Zaunergasse, según vemos en la otra foto. Algo de información pueden encontrar en: http://www.schoenberg.at/. Y, desde luego, en la Wikipedia.
El museo está poco concurrido, es muy agradable de visitar y tiene biblioteca con libros en varios idiomas, cuadros del pintor (que, como saben ustedes, militó en el Blaue Reiter), reviviscencias de ambientes, partituras y muchas evocaciones. Es una belleza, una visita que puede ser muy emotiva y que les recomiendo si van ustedes a Viena. No le llevarán allí los guías turísticos.