Brahms en cuestión
De entre las incontables reflexiones que puede motivar la obra de Brahms extraigo una sola, marcada por su obviedad. Situado en medio de la polémica estético-musical del siglo XIX, Brahms es la alternativa a Wagner, lo clásico intemporal frente a lo evolutivo y progresivo. El gusto por la abstracción, su aislamiento total respecto del teatro, la claridad estricta respecto a la forma y el género, la insistencias en el par de tema y variaciones, todo aquerencia a Brahms del lado de la música como una institución, eventualmente una academia. De Brahms devienen Max Reger y Hans Pfitzner. En cambio Wagner es el futuro, la revolución, la obra de arte total que acontece en un escenario, la disolución de las formas heredadas, a contar desde el sistema armónico tonal. Sus herederos son Richard Strauss, Gustav Mahler y la Escuela de Viena II. Todo esto es revisable, matizable y funciona al margen del gusto, a partir de que casi todo el mundo admite la importancia tamaña de ambos maestros.
Lo curioso del caso es que Brahms fue juzgado, a la vez, negativamente, por representar al par de opciones. Ciertos críticos vieron en él a un vanguardista incomprensible, autor de partituras agresivas, desagradables, ásperas. En contra, otros lo mandaron al baúl de los recuerdos, juzgándolo formalista, rutinario, anticuado, árido y vacuo. Parece evidente que no todos habían escuchado al mismo Brahms.
Que pendolistas de periódicos en ocasiones aislados en ciudades provinciales, se quedaran sin juicios válidos frente al músico de Hamburgo, vaya y pase. Pero que Tchaikovsky y Wolf le negaran el pan y la sal, cargando sus juicios de apasionado rencor o sarcástica burla, desconcierta, nunca mejor dicho hablando de música. Wolf tuvo tiempo de rectificarse y lo hizo en toda línea, comentando obras de cámara brahmsianas, es decir sus cosas más exigentes y “difíciles”, las menos vistosas y coloridas,
Agrego algo que refuerza el desconcierto y hace a la historia de la música. Brahms, como Tchaikovsky y Wolf (y Dvorak, Liszt, Saint-Saëns, Bruckner,Verdi y etcétera) pertenecen al amplio espacio del romanticismo tardío, hacen la misma música aunque sean músicos muy distintos, se parecen más de lo que difieren. ¿Por qué, entonces, poner tanta distancia en medio de tanta cercanía? Podrán aducirse razones de divismo, de patriotismo, de simpatía/antipatía personales, que llevaron a Tchaikovsky, por ejemplo, a poner a Brahms por debajo de Raff y Rubinstein. Más empáticos que ellos, nosotros gozamos de sus páginas por igual. Suenan tan alto que sofocan los chillidos de las voces acaloradas por el disgusto y la polémica.
Blas Matamoro