Bienvenido Mr. Jacky Terrasson
Mediada la década de los noventa el jazz europeo descubría en dos pianistas todo su potencial y sentido, además de todo su futuro prometedor. Uno era Michel Petrucciani, cuyo fallecimiento en 1999 dejó algo huérfano al género. El otro era Jacky Terrasson, un francés nacido alemán que acaba de hacerse con el prestigioso “Piano Jazz Thelonious Monk Competition” y el amadrinamiento de, nada menos, que la cantante Betty Carter. Por supuesto el género contaba en nuestro continente con otros pianistas maestros, caso de Martial Solal o nuestro Tete Montoliu, sin ir más lejos, pero en los teclados de estos dos instrumentistas había una nueva forma de encarar el lenguaje jazzístico americano, con emoción y energía propias y, por tanto, con nuevas alternativas artísticas.
En el caso de Terrasson (Berlín, 1966) todo se acentuaba más, una vez que su juventud le situaba al inicio del camino y a Petrucciani se le sabía ya a vuelta de todo. Su presencia en los festivales patrios se hizo habitual un año sí y al otro también, alfombrando un horizonte para la inminente llegada de nuevos talentos como Bojan Z, Esbjörn Svensson, Stefano Bollani, Chano Domínguez y tantos otros más. Sin embargo, luego le perdimos la pista. O al menos el que suscribe la perdió, añorando su literatura pianística y preguntándose por los motivos de su alejamiento de nuestros escenarios. Sabíamos de él por la publicación de sus discos cada dos años, pero poco más. Así hasta ahora, ya que después de todo este tiempo su nombre se ha colado entre la numerosa oferta jazzístico-veraniega, encendiendo todas las alarmas. Sí, por fin, Jacky Terrason estará entre nosotros el próximo 19 de julio en el granadino festival “Jazz en la costa” de Almuñécar, en lo que será su única actuación española.
Terrasson acude en uno de sus formatos favoritos, el de trío, junto a dos braceros de ley, el contrabajista Burniss Travis y el baterista Justin Faulkner. Entre sus últimas entregas destacan “Mirror” (2007) y “Push” (2010), que a buen seguro citará, aunque el valor de su voz pianística resulte de su personal visión de la música, cargada de razones académicas y contemporáneas (ahí está esa obra mayor que es “Armistice”, una investigación sonora armada para desarmar las guerras). Y también de cadencias y silencios, que de eso también sabe mucho Terrasson. Así pues, feliz noticia el reencuentro con un artista querido, admirado y, sí, hasta hoy, añorado.