Berlanga: coreografía y polifonía
Una característica de las películas de Berlanga es que en ellas hay una polifonía de actuaciones en medio de una secuencia, que a menudo es un solo plano, tras la que se adivina no sólo un ensayar y ensayar, sino que se ve con claridad el arte de unos actores que fueron escuela en nuestro país. La palabra que le corresponde a los excelentes planos secuencia de Plácido, La escopeta nacional o La vaquilla es polifonía. No hagan caso de esa palabra que se ha impuesto hace años: coral. Creo que la impusieron periodistas inmúsicos. Lo coral, aparte de referirse de manera concreta al canto protestante sencillo para la congregación, es polifonía cuando se trata de dos o más voces, pero se atienen a un solo discurso, salvo en contadas ocasiones vanguardistas o al menos muy modernas en las que lo coral deja de ser coral y deja de ser polifónico para ponerse al servicio de un discurso cuya vocación es diluirse por los cauces que llevan a la disolución. Y perdonen ustedes…
Berlanga es otra cosa. Lo suyo es poner en marcha una acción en la que unos cuantos personajes, pocos, están caracterizados con relativa complejidad. Más un buen montón de tipos caracterizados mediante unos rasgos que tienen que ver con ese entrevero de sainete y esperpento que es la base de la comedia popular española. A Berlanga le gustaba invocar ese término o concepto, la comedia popular. Nunca premian la comedia popular, siempre tienen que ser dramones, caramba, decía, más o menos, cito de memoria. Tanto los principales como los secundarios tenían pegado un gestus social propio que los definía dentro del grupo. Ahí quedan las polifonías y coreografías de Berlanga, de una época en la que los actores ejercían un magisterio de los tipos como suelen desconocer muchos jóvenes elegidos por la digitalidad del director de turno, no por el público ni por el talento. Las series de televisión producidas en nuestro país son fruto del apresuramiento, es cierto, pero raras veces luce en ellas el destello del talento de películas o guiones como los de Berlanga y Azcona.
Sí, para entender esas secuencias burlonas de humor más mordaz y sarcástico y que irónico, es mejor utilizar palabras como coreografía (hay auténtica coreografía, marcaje de pasos, colocación de cuerpos) y como polifonía, porque cada voz es un personaje, no una submasa coral, cada personaje es un mundo en miniatura dentro del pequeño gran mundo que retratan las películas de Berlanga, el mayor retratista de la podredumbre moral del franquismo. Y otras podredumbres. Sólo que, ay, le salieron mucho mejor El verdugo y Plácido (¿la mejor película del cine español?) que Todos a la cárcel. Lo que en aquélla era crítica en la que tenía que morderse la lengua, y en consecuencia le salió mejor, en ésta era un exclamar “todo es una mierda” que estaba al alcance de cualquiera. Ahí no tenía a su buen Azcona. Y a los que somos padres a menudo nos ciega la pasión por el talento de los hijos, especialmente cuando no lo tienen. Pero en ambas hay coreografía y hay polifonía. Como en los ballets de los hogares de provincias (perdón, hoy, comunidades autónomas) en los interiores imposibles de Plácido (como Orson Welles en Touch of evil, en la escena en el interior del piso en que se “encuentra” la dinamita), como en el arrance cinegético de La escopeta nacional, como en los vuelos rasantes con comensales de paella y milicianos disfrazados de nacionales en La vaquilla.
Recuerdo hace años, en el grupo Los Goliardos, que Fernando Rey nos hablaba del proyecto de La vaquilla. Aún tardaría unos quince años en rodarse, pero entonces pensábamos que aquello era un imposible. Éramos muy jóvenes y leíamos proyectos de Berlanga que, en efecto, nunca llegaron a realizarse. Ése, sí. Pero lo que nos sorprendía no es que Fernando Rey nos contara que el proyecto tenía en contra a la censura, tanto la pasada de Arias Salgado como la presente entonces de Fraga Iribarne; la de Franco, vamos. También tenía en contra a biempensantes del exilio, interior o exterior, que decían, según parece (no me consta, claro), algo así: “Pero Luis, por favor, que la guerra fue algo muy serio…”