Aquellos tiempos del cuplé (II)
Esta dama se llamaba Olga Ramos, y poseía auténtica formación musical, era violinista, y contaba con el apoyo artístico de su marido, otro músico profesional como la copa de un piano, Enrique Ramírez de Gamboa, compositor y director él mismo, que preparaba los arreglos. Olga Ramos (1918-2005), nacida en Badajoz, dominaba la música de salón y la música de cámara. La vida fue dura durante unos cuantos años para Olga y para Enrique, pero de repente, a finales de los sesenta, uno de esos proyectos a los que uno da sólo cierta importancia cuajó como auténtico éxito duradero: Las noches del cuplé en un local de la calle de La Palma, en Madrid, en el que Olga tocaba el violín, y donde empezó a cantar un poco por casualidad.
Aquello se mantuvo hasta 1999, algo más de treinta años. El local se llamó, precisamente, El último cuplé, y se cerró y se demolió el inmueble por razones ajenas al éxito, que continuaba. Olga le dio al cuplé una teatralidad y una picardía que se enfrentaba todas las noches con el público. Olga no interpretaba la muchacha joven que se identificaba con “aquello”. La acompañaba la pianista Magda, a quien Olga llamó Fortunata (qué vulgarité, dice Magda, muy en su papel, en la grabación que proponemos más abajo).
Olga no podía tener la voz cristalina de Lilian de Celis, ni era la bella enigmática que recreaba Sara, siempre cambiante, siempre ella. Olga era una señora de edad que revivía el cuplé como un recuerdo, una evocación, una nostalgia feliz. Comentaba, madrileñizaba los títulos de Lilian y Sara (mantones de Manila, organillos) y desempolvaba otros: o se pasaba al chotis, como Madrid, Madrid, de Agustín Lara. Así se convirtió en la gran estrella del cuplé, como demuestran sus grabaciones. Su vis cómica no tenía rival, y en eso superó a las anteriores.
Olga y Enrique tenían una hija, una chica lista, inteligente, y además una preciosidad. En el barrio la llamábamos Olguita. Iba para azafata, y creo que ejerció como tal algún tiempo. Pero aquello era demasiado pequeño para ella, según podemos ver ahora. Porque, desde hace tiempo, Olga María Ramos –escritora e intérprete- ha sucedido a su madre con todas las de la ley. Es natural, lo llevaba en la sangre, con tanta música como desgranaron sus padres. Un bello recuerdo, Olguita, de este vecino del piso de arriba.