Aquellos tiempos del cuplé (I)
No hace mucho les evocaba en esta bitácora el revival del cuplé en la segunda mitad de los años 50. La voz era la de la Lilian de Celis, voz muy juvenil, de bello timbre, auténtica cantante. El programa radiofónico de la SER Aquellos tiempos del cuplé dio para mucho. Dio para una expresión, cuando los mayores se referían con ironía a algo antiguo: “eso es de aquellos tiempos del cuplé”.
Pero también dio para un proyecto cinematográfico, al que sus propios impulsores, pese su oportunismo y su sentido de la oportunidad (iban juntos, por una vez), no dieron gran importancia. Al parecer, tampoco en la SER habían dado mucha importancia al principio a aquel programa en el que cantaban Lilian y actuaban, posando nostalgias, Carmen Martínez y Antonio Alfonso Vidal. El proyecto cinematográfico se llamó El último cuplé, y según leo y oigo aquí y allá Lilian de Celis recibió la oferta de poner la voz, pero no la presencia; la presencia la ponía, claro está, Sara Montiel. Lilian se negó, desde luego, y Sara convenció al equipo de la película, con Juan de Orduña a la cabeza, de que ella cantaba, que no necesitaba que la doblaran. El resultado vocal deja que desear, pero la belleza, la inteligencia, la expresividad de Sara consiguieron que su categoría de diseuse, más que de cantante, se impusiera por la magia suya (la de Sara), mas también por la magia del cine y la muy importante de la megafonía. Lilian mantenía una cierta “fidelidad histórica”, pero Sara se la saltaba por completo. La película no fue muy valorada por Orduña, que cedió sus derechos malamente, sin sospechar que iba a convertirse en uno de los mayores éxitos del cine español. En aquel Madrid que apenas rozaba el millón de habitantes, El último cuplé estuvo en cartel más de un año en el Rialto de la Gran Vía y no sé si en otros cines.
Otro proyecto vio la luz pronto, ahora con Lilian de Celis. Se llamó, precisamente, Aquellos tiempos del cuplé. Se ponía de manifiesto en esta película que la verdadera cantante era Lilian. Pero se iba uno con la sospecha de que la verdadera actriz había sido Sara. Sara, que aquel mismo año 1957 rodaba Yuma, con Samuel Fuller; y que había rodado con Anthony Mann (Serenade, esto es, Dos pasiones y un amor, con Mario Lanza) y con Robert Aldrich (Veracruz, nada menos que con Gary Cooper, Burt Lancaster y César Romero). En esos momentos, Sara estaba casada con Anthony Mann y, además, era una estrella del cine mexicano (Ahí viene Martín Corona, Piel Canela, entre otras muchas). El éxito de Sara en el cuplé tuvo una segunda edición con La violetera (Luis César Amadori, 1958), junto a Raf Vallone. Y siguió en otros géneros dentro del cine, no hace falta recordarlo.
La película de Lilian, dirigida por José Luis Merino y Mateo Cano, nombres olvidables (el segundo de muy breve carrera), tuvo un éxito importante, pero no fue lo de El último cuplé. Es curioso: a Lilian le pisaba el terreno Sara, y ahora Lilian hacía lo propio. De momento, Juan de Orduña caía en cierto tipo de desesperación, y trataba de conseguir otro éxito por el estilo, pero ahora sin ceder los derechos tontamente. Así, rodó la goyesca La Tirana, con Paquita Rico, y también salía por allí una jovencísima y preciosa Núria Espert. Pero el éxito se hizo de rogar. A Juan de Orduña le vendría más tarde el mayor éxito gracias a la televisión y a la zarzuela, en una serie de zarzuelas filmadas en play back que tuvieron magnífica acogida: Maruxa, La revoltosa,La canción del olvido, Bohemios, Las golondrinas, El huésped del sevillano, El caserío…
Lo que nadie podía esperar es que, andando el tiempo, habría un revival del revival del cuplé. Y que la protagonista iba a ser una dama mayor que la manchega Sara (1928) y que la asturiana Lilian (1935).