Algo más sobre el realismo musical
Pareciera que el realismo es un tema meramente histórico en materia estética, sobre todo por la aparente dominación de las artes técnicas de la imagen que, unidas a la captación y reproducción electrónica del sonido, nos permiten apoderarnos de la realidad tal cual es. Podríamos decir: tal cual es según la imagen y el sonido que captamos, con lo que nos metemos en una espiral interminable de equivalencias (¿equívocos?) sobre temas filosóficamente tan arduos como lo real, la realidad y los realismos.
No obstante, repasando la polémica entre Carl Dahlhaus y Norman Cazden, habida allá por los años de 1980, la actualidad del asunto se renueva, toda vez que hace a la realidad del arte musical. No de su realidad realista, valga la redundancia, sino de su realidad como ser de sí mismo. Obviamente, la música es real cuando suena y hasta cuando calla pero ¿cuál es la cualidad de su realidad que la hace propiamente musical?
Cazden sostiene una especie de explicación serial psicológica de la invención musical que la conecta con una realidad exterior a ella. En efecto, la categoría central es la imagen. El músico imagina algo visual y lo elabora, haciendo una suerte de pintura con sonidos, de modo que, lograda esa imagen sonora, responde a la fuente, haciendo una imagen a partir del sonido, así como había hecho un sonido a partir de una imagen.
Dahlhaus discurre contra este razonamiento. La imagen que “inspira” al músico se puede describir con palabras, pero ¿qué palabras son capaces de describir la supuesta imagen sonora que sugiere la música, así como cualquiera puede describir un dibujo o un cuadro? La conclusión de Dahlhaus me parece la más atinada porque hace intervenir la palabra allí donde no ha sido invitada a participar. En efecto, la música no describe nada más y nada menos que lo que está sonando en ella. Si intentamos verbalizar esa descripción pasándola a un lenguaje segundo, la palabra, la estamos desnaturalizando al convertirla en literatura. Buena o mala pero ya no música. En esta clave cabe considerar todo lo relativo al realismo en música, sea en su relación directa con la palabra que se canta como en los casos de la llamada música programática. Una prueba y termino: oigamos la sexta sinfonía de Beethoven, la llamada Pastoral, olvidando plenamente los subtítulos de sus movimientos. ¿Coincidirá nuestro relato con el programa literario beethoveniano? Más aviesamente: ¿coinciden sus pajaritos con los de Vivaldi, Respighi o Messiaen? Se admiten respuestas.
Blas Matamoro