Albert Camus por Luis Agius: impresionismo (2)
No, lo de Agius no es eso. Podría decirse que se trata más bien de “impresionismo”. Impresionismo es un concepto que se ha utilizado en sentidos muy amplios, más allá del estricto y restringido de la escuela pictórica de Manet a Cézanne. Chéjov sería impresionista. Como lo serían Schnitzler, Altenberg o Hofmannsthal, nuestros “vieneses”. O como, en música, podría predicarse de Debussy, Ravel y varios compositores alrededor de ambos, más viejos como Fauré o más jóvenes, como Jongen. En Todos somos Albert Camus, del compositor, pianista y dramaturgo Luis Agius (Madrid, 1969), hay apuntes biográficos, pero la biografía se trasciende mediante determinados momentos, situaciones dramáticas en que el tiempo sale al encuentro del escritor. Partimos de uno de sus últimos días, poco antes del accidente que se lo llevó tan pronto. Seguimos con la evocación de la infancia pobre de Camus en Orán, hijo de una mujer del pueblo, analfabeta, a la que añora enormemente. Eso lo iba a narrar en su novela inconclusa El primer hombre. Vemos también, encarnadas en él, las esperanzas de los que, tras la Ocupación y la guerra, creyeron en la posibilidad de una sociedad libre e incluso más justa. Y el desencadenarse de la guerra fría, que corrompía todo lo que tocaba. Si se trata de la vida de un pensador, sus discusiones filosóficas tienen una importancia que puede convertirlas en situación dramática: así sucede en la discusión a que da lugar Roland, uno de los actores, y que conduce al enfrentamiento del Señor Rebelde y el Señor Nada, esto es, Camus y Sartre.
El amor fue muy importante en la vida de ese seductor a menudo seducido que fue Camus, y Agius le dedica dos importantes escenas. Tratándose de un escritor y pensador, no sorprenderá que Agius eche mano de procedimientos de la metaliteratura cuando personifica a Mersault, el protagonista de El extranjero, que le dice: “Tú pudiste hacerme un rebelde, un auténticos hombre, un ser humano valioso (…), por tu inmenso cinismo y egoísmo, no lo hiciste”. Compárese el Mersault de la novela con este Mersault que hubiera querido ser otro y se lo reprocha a su “demiurgo”.
Cada vez sorprende menos que a escritores españoles les interesen temas europeos. La caspa lugareña empezó hace tiempo a caerse de la pluma (o del procesador de textos) de los autores españoles, en este país de campanarios y nacionalismos. Ahora sólo falta que se enteren en los teatros que hay obras como ésta que ha escrito Luis Agius.
Una última referencia, para el “curioso lector”, una maravilla: Albert Camus, una vida, por Olivier Todd. Tusquets, varias ediciones desde 1997. 912 páginas. Y otra: las Obras completas (poco menos, esa es la verdad) en cinco volúmenes, Alianza Editorial.