BARCELONA / Raquel García-Tomás triunfa en el Liceu con el lirismo cautivador de ‘Alexina B.’

Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 18.III.2023. Raquel García Tomás: Alexina B. Lidia Vinyes-Curtis, Alicia Amo, Elena Copons, Xavier Sabata, Mar Esteve. Cor Vivaldi-Petits Cantors de Catalunya. Orquesta y Coro del Liceu. Dirección: Ernest Martínez Izquierdo. Directora de escena: Marta Pazos. Escenografia: Max Glaenzel.
Ocho minutos de aplausos, con el público en pie, certifican el gran éxito de Alexina B., la nueva y en muchos aspectos fascinante ópera de Raquel García-Tomás (Barcelona, 1984), primera compositora catalana que estrena una ópera en el Gran Teatre del Liceu y la segunda mujer en la historia del coliseo barcelonés que logra cumplir ese sueño, cincuenta años después del estreno en 1974 de Vinatea, de la valenciana Matilde Salvador. Mas allá de la anécdota histórica, y de lo importante que es dar por fin el protagonismo que merecen las compositoras en el actual panorama operístico, lo relevante es celebrar el éxito artístico del estreno bajo la excelente dirección musical de Ernest Martínez Izquierdo.
Independientemente del sexo de sus creadoras -la nueva obra cuenta con un espléndido texto en francés de Irène Gayraud y una muy eficaz puesta en escena de Marta Pazos- Alexina B. es una ópera de calidad, sorprendente en su eclecticismo y madurez creativa. Al hábil uso de un caudal melódico de aliento lírico y exquisitos matices, de un romanticismo sin complejos en sus lazos con la tradición lírica francesa, García-Tomás suma, en un registro muy diferente al de su anterior ópera, la soberbia Je suis narcissiste (2019), un dominio de recursos contemporáneos al servicio de la acción dramática.
La nueva ópera se inspira en un caso real, la historia de Adèlaide Herculine Barbine, una persona interesexo nacida en Francia en 1838 que puso fin a su vida amarga a los 29 años, dejando escrito un testimonio conmovedor de sufrimiento y desolación en su lucha por vivir su identidad en una sociedad hostil y mezquina en sus prejuicios sociales y religiosos. Vivió como mujer, ejerciendo como institutriz en un colegio femenino y, tras exámenes médicos, fue considerada un hombre por orden judicial, inscrita en el registro con el nombre de Abel Barbin. No solo cambió de nombre: la incomprensión y hostilidad la obligaron a alejarse de la familia y de su amada Sara.
El libreto en francés de Irène Gayraud narra su vida en tres actos y 22 escenas y lo hace con fluidez y ritmo teatral pausado, sin sentimentalismo ni truculencias. El texto permite a García-Tomás desplegar un amplio abanico de recursos, con una vena melódica cautivadora en arias y dúos de impecable factura, y un canto de conversación ligado a la prosodia de cada palabra y rico en sus lazos con la tradición. El perfume francés es rotundo; la huella de Debussy, Ravel y Dukas, pero también de Massenet (antológica aria de la madre de Alexina, que levantó aplausos) es manifiesta en el juego tímbrico y el color de una plantilla orquestal de 20 músicos. También hay citas de Hildegard von Bingen, Franz Liszt y la canción popular Compagnons de la Marjolaine en una partitura que concede gran protagonismo al piano.
La electrónica proporciona una ambientación y perspectiva sonora que enriquece el tejido orquestal con atractivos efectos ceñidos a la acción dramática, pero el uso de la amplificación distorsiona el color y la proyección de las voces, que pierden frescura y naturalidad. No es nada nuevo, y de hecho, Nixon en China, de John Adams, se ofrecerá amplificada en su estreno en el Teatro Real por voluntad expresa del compositor. García-Tomás también opta por este recurso y al menos hay que destacar que en esta ocasión el resultado técnico está muy cuidado, lejos del estropicio que arruinó el Te Deum en el montaje de Tosca firmado escénicamente por Rafael F. Villalobos.
Muy bien escrita para las voces, la ópera narra con fluidez y sinceridad expresiva el drama sentimental, psíquico y fisiológico de Alexina. Marta Pazos, con una cuidada dirección de actores, usa con acierto las posibilidades de una escenografía de Max Glaenzel que muestra el entorno hostil en que se mueve la protagonista a través de espacios y paredes (de un verde claro) que oprimen su libertad, en una atmósfera fría, aséptica, que contrasta con los decorados artesanos de bosques y playas pintados en algunas escenas, con referencias a la estética de postal impresionista y vestuario fin de siécle diseñado con imaginación y acierto por Silvia Delegnau.
La espléndida labor de Martínez Izquierdo en el foso hace aún más inexplicable su tardío debut en el Liceu; da rabia y pena ver cómo el coliseo de la Rambla da la espalda a directores catalanes de probada solvencia y calidad, con largas ausencias, como es el caso de Josep Caballé Domenech o Miquel Ortega, pero así son las cosas por estos lares. No es una partitura fácil de concertar, al contrario, exige virtuosismo, precisión y equilibrio en la respuesta orquestal – y la orquesta del Liceu ofrece un óptimo nivel- y mucha sensibilidad en el acompañamiento a los cantantes, pues la escritura vocal es muy exigente y rica en detalles sutiles: y el ex titular de la OBC (otros que tal bailan, pasando olímpicamente de los directores del país) firma un trabajo admirable.
La otra clave del éxito es el lucimiento de un reparto de gran calidad vocal e instinto dramático. Todos clavan sus respectivos papeles, especialmente la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis en el agotador papel titular, con una musicalidad y control de sus recursos admirable. Brilló la soprano Alicia Amo como Sara, amante de Alexina, de bella voz y delicados pianísimos: estuvo sensacional en su escena del primer acto y la conmovedora lectura de la carta. La escena del primer orgasmo de las dos amantes, en una cama vertical, es antológica y en lo teatral, tratada, nunca mejor dicho, con gusto exquisito por la directora de escena. Impresionante labor de la soprano Elena Copons en su caracterización de la madre y otros papeles. Teatral y vocalmente, el contratenor Xavier Sabata dio vida con carácter a los papeles de juez, capellán intolerante, obispo comprensivo y médico que, en la primera escena, proclama su fascinación, con un punto libidinoso, al descubrir un caso de hermafroditismo. Sensacional también la soprano Mar Esteve (Alexina joven) y las nueve voces del Coro Vivaldi-Petits Cantors de Catalunya, dirigidos con maestría por Òscar Boada.
Javier Pérez Senz